El secularismo en Siria: una necesidad nacional y democrática

Por Mona Asa’ad para Syria Untold

[Foto: Syria Untold]

Las tiranías militares y religiosas fallaron en Siria. Llegó el momento de un real proyecto democrático y nacional que adopte el secularismo. Este artículo se publicó como parte de la serie «Perspectivas del secularismo en Siria» en colaboración con Salon Syria y Jadaliyya. La serie completa en árabe se encuentra aquí.

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La enorme distorsión y confusión que existe con respecto al concepto de secularismo desvió la atención de la sociedad, al ser considerado como la antítesis de la religión, equivalente a la blasfemia o al ateísmo. Sin duda, se trata de una distorsión deliberada a la que contribuyó la época baazista. Los baazistas afirmaban el secularismo a través de métodos despóticos, posiciones excluyentes hostiles a la religión, la fe y los creyentes. Asimismo, son hostiles con los que no están bajo su bandera, en la misma línea de los regímenes despóticos, totalitarios, y comunistas. 

La era baazista se prolongó durante casi cinco décadas, período durante el cual el Estado afirmó un monopolio no solo sobre los asuntos públicos y la acción política, sino también sobre la economía y la riqueza del país. Se aisló gracias a los aparatos de seguridad y un Ejército ideológico que adoptó la ideología del partido gobernante, algo que, gradualmente, reemplazó la lealtad a la nación o los derechos de sus ciudadanos. Asimismo, el régimen domesticó todas las manifestaciones de la sociedad civil y los sindicatos, que se afiliaron a la Oficina de Seguridad Nacional bajo el control del Partido Baaz y el líder del Estado. 

Regímenes que se jactan de su secularismo

Sin embargo, los regímenes que jactan de su secularismo nunca dudaron en utilizar el excepcionalismo religioso y nacional para aprovechar las emociones religiosas del público musulmán como herramientas en su conflicto con el islam político. Entonces, teníamos a Anwar Al Sadat, el creyente presidente de Egipto, y también teníamos a  Saddam Hussein quien agregó ‘Allahu Akbar’ (Dios es grande) a la bandera iraquí en 1991. En paralelo, el régimen de Asad supervisó el enorme aumento en la construcción de mezquitas, así como también el establecimiento de institutos religiosos, vinculados al Estado, para la memorización del Corán. Lo más importante es que estos regímenes supuestamente progresistas y laicos es que estaban interesados —a través de las diversas constituciones que elaboraron—en estipular, a su manera, que la “religión del Estado es el islam” y que “la Sharia es la principal fuente de legislación».

Este pragmatismo ideológico insiste en que las autoridades en el poder se asocian con la población musulmana popular a través de la fetua, las instituciones de donación y clérigos, y también con el soborno a esta multitud con consignas, la construcción de nuevas mezquitas y el hecho de permitir que algunos de ellos dejen sus trabajos durante una hora cada día ¡con el pretexto de las oraciones del mediodía!

Por otro lado, este pragmatismo no tuvo problema alguno en asociarse con intelectuales y fuerzas seculares en sus sociedades. Necesitaban responder a las presiones occidentales o demandas de organizaciones internacionales para modernizar las leyes relativas a las libertades públicas y los derechos humanos, especialmente los derechos de las mujeres y los niños.

Reformas que nunca vieron la luz

En este contexto, trabajé con un equipo legal vinculado con la Comisión Siria de Asuntos de la Familia, que fue establecida por el Decreto 42 en el año 2003, con el objetivo de modernizar la estructura legal y constitucional del Estado. De hecho, se me concedió la oportunidad de trabajar en la modificación de toda la legislación con el objetivo de promover la igualdad de género.

Prácticamente reformulamos la Ley de los derechos del niño y la Ley de Partidos y Asociaciones en Siria completamente. Íbamos a desarrollar una moderna Ley de familia, como alternativa a la Ley de Estado Civil. Estas reformulaciones de las leyes sirias se discutieron, primero, con un grupo de expertos legales sirios y luego con representantes de la Unión Europea y organizaciones internacionales en Damasco. Finalmente, estos proyectos de ley se enviaron a las autoridades competentes para su discusión y aprobación. Pero entraron en algún cajón de algún lugar de las oficinas gubernamentales y nunca volvieron a ver la luz.

Este renacimiento no estaba destinado a durar mucho tiempo. La cartera de proyectos de modernización y desarrollo de la infraestructura jurídica de Siria se cerró rápidamente, especialmente, en lo que respecta a las leyes correspondientes al estado civil y las de los derechos de las mujeres y los niños. Más aún, en 2009 se presentó un nuevo proyecto de ley de estado civil que reflejaba una tendencia más rudimentaria, más atrasada y discriminatoria, y que violaba los derechos de las mujeres. Esto irritó a la mayoría de los intelectuales sirios, por lo que entraron en discusiones sobre cómo refutar el proyecto. Finalmente, lograron evitar que se aprobara.

En la atmósfera de despotismo militarista baazista —así como también la ausencia del Estado en funciones como la prestación de servicios, la modernización y la seguridad de sus ciudadanos— varios segmentos de la sociedad comenzaron a resguardarse en  estructuras sociales e ideológicas premodernas: redes familiares, de clan y tribus, grupos religiosos o regionalismos. Esto constituyó el ambiente ideal para el resurgimiento de todas las formas de religiosidad en la sociedad siria, desde el sufismo hasta el salafismo, pasando por el islam político y los movimientos yihadistas, que el régimen dirigió hacia su rival histórico el régimen baazista de Irak. Sin embargo, estos grupos terminaron por repercutir contra el propio régimen después de los levantamientos populares sirios de 2011.

Además, en el contexto de estos levantamientos populares, surgieron un gran número de afiliaciones religiosas, sectarias, tribales, de clanes y etnias, a las que el despotismo del régimen había negado existencia propia, hasta que las estatuas comenzaron a caer. Por lo tanto, podemos afirmar que esta Primavera, a pesar de sus repercusiones actuales, logró desenmascarar las tiranías religiosas y bipolares del régimen sirio. 

El baazismo defendió su supervivencia creando una polarización sectaria, étnica y regional, recurriendo a países y milicias extranjeras que contribuyeron a la destrucción del país, la sociedad y a las estructuras estatales. El islam político y sus poderes históricamente obsoletos fueron en la misma dirección: adoptaron la misma retórica sectaria y divisiva, pero recurrieron a lógicas más retrógradas y brutales que contribuyeron a la destrucción de Siria y al asesinato o desplazamiento de su población.

El problema del Islam político

El problema del islam político es que se niega a separar las esferas de la fe y el culto religioso, por un lado, y los asuntos estatales, por el otro. Considera que el islam no sólo cubre los actos de la fe, sino que también regula los asuntos de las personas en lo que respecta a la comida, la ropa y las interacciones entre los ciudadanos. Sus predicadores argumentan que durante la época del califato islámico, al califa o al sultán se le confían poderes tanto religiosos como políticos. Era tanto el gobernante como el imán al mismo tiempo. Según estos religiosos, esto es contrario a las normas de otras religiones monoteístas. De ahí que insisten en el lema ‘El islam es la solución’, con lo que ignoran el paso de la historia y las necesidades actuales, así como también el problema de la pluralidad y convivencia entre religiones, e incluso dentro de una misma religión. 

Esto explica la animosidad del discurso islamista radical hacia el secularismo. Los islamistas quieren alejar al islam popular moderado del secularismo, distanciarlo de los intelectuales y los movimientos sociales y políticos que lo exigen. El discurso islamista considera el secularismo como una blasfemia y un libertinaje, una desviación de la Sharia y las tradiciones heredadas de nuestras sociedades conservadoras, y hasta un acto de sabotaje que desestabiliza aquellas tradiciones y la sociedad misma.

Cualquiera que siga el conflicto entre las tiranías militares y religiosas de Siria descubrirá que se trata de un conflicto de intereses y que nunca se trató de religión o de secularismo. Esto sólo contribuyó a la formación de una polarización ideológica simplista que dejó a los sirios, e incluso a segmentos de los círculos intelectuales, políticos y civiles, atrapados entre autocracias bipolares. Esto obstaculiza el desarrollo y la modernización de la sociedad puesto que para ello se necesita de una atmósfera de libertad y democracia, incluida la libertad de culto, o la libertad de ejercer ritos religiosos, que ningún Estado religioso puede proporcionar.

Los Estados religiosos a lo largo de la historia fueron tiránicos por necesidad, porque necesitan excluir a otras religiones de la esfera política del Estado que monopolizan. Es el caso, por ejemplo, de Israel. Más aún, las religiones en general, y el islam en particular, están históricamente divididas en doctrinas y sectas, que serán excluidas o perseguidas en cualquier Estado religioso, como es el caso del régimen de los Mullahs en Irán.

Entonces, ¿cómo salimos de este callejón sin salida?

El Sheij Ali Abdul Razzaq trató de abordar este tema en su libro Islam and Origins of Rule [Islam y orígenes de la norma] (1925). Rechazó la noción del gobierno islámico y agregó que “el islam es un mensaje, no una norma. Es una religión, no un Estado». También argumentó que el «califato es un sistema religioso, del cual el Corán no lo exigió ni se refirió a él», y continuó: «El Islam como religión es inocente del sistema califal».

Por lo tanto, necesitamos alternativas para el Estado califal, que divide a la sociedad en lugar de unirla, devasta la economía y no promueve el desarrollo, que se opone a la modernidad y la historia. Necesitamos un Estado moderno que adopte el principio de laicismo y un sistema democrático pluralista, que ponga fin a la era de la tiranía, detenga las guerras y luchas en curso, y unifique a todos los ciudadanos bajo la constitución y el respecto de la ley, convirtiéndolos en un pueblo capaz de hacer su propio futuro.

Hacia un sistema democrático arraigado en el secularismo

El laicismo es un sistema filosófico, social y político basado en el principio de separar la religión del estado, sin pretender ir en contra de la religión o la fe. Esta última no debe estar vinculada al Estado, puesto que el Estado en el pensamiento político moderno es una entidad nominal —como cualquier otra institución administrativa— en la que los residentes pueden creer en una religión o varias religiones, o no creer en nada. El Estado debe mantenerse neutral frente a todas las religiones, con las diversas sectas y creencias personales de sus ciudadanos.

En una rápida mirada a los países occidentales, quienes adoptan el principio de laicismo en sus constituciones y a pesar de sus muchos lapsus, se puede apreciar que estos Estados mantuvieron su neutralidad hacia la religión o hacia las religiones en general, sin mostrar hostilidad ni oponerse a ellas. Debido a su naturaleza democrática, los Estados laicos deben respetar todas las religiones e incluso protegerlas. Ellos respetan a todos los ciudadanos que profesan cualquier religión, en todas sus variaciones o denominaciones, defienden su derecho a creer y practicar sus ritos, y, al mismo tiempo,  respetan a quienes rechazan las prácticas religiosas. Dichos Estados también evitan la intrusión de cualquier agenda religiosa en la esfera pública o en los negocios estatales.

Como sirios, habitantes de un país que durante muchos años fue testigo de guerras por su territorio, del ajuste de cuentas políticas de orden regional e internacional, y del hecho de que casi la mitad de su población se convirtió en desplazados internos o refugiados, necesitamos desesperadamente, ahora más que nunca, una eficaz fortaleza para restaurar la unidad de los sirios, perdida a causa a las tiranías militares y religiosas. Ninguna de ellas parece capaz de lograr esta unidad ni en la época en que vivimos ni en el futuro venidero. 

Entonces, debe haber un sistema democrático arraigado en el principio del laicismo como única solución posible. Es una necesidad histórica para cualquier proyecto nacional y democrático en el futuro de Siria: un proyecto para un Estado no religioso con un contrato social para todos sus ciudadanos. Este contrato social será lo que una a todos los ciudadanos del Estado bajo la constitución y la Ley, y lo que los convertirá en un pueblo, independientemente de sus creencias o denominaciones. 

La historia nos brinda las mejores pruebas. El cristianismo occidental atravesó varios conflictos sangrientos y divisiones sectarias que comenzaron con las reformas religiosas liderada por Martín Lutero, en 1517. Millones de europeos pagaron estas divisiones con sus vidas hasta que el Sacro Imperio Romano firmó la Paz de Westfalia en 1648, con lo que se puso fin a una era de guerras religiosas entre protestantes y católicos.

La importancia de esta paz es que estableció un nuevo sistema en Europa basado en la independencia de cada Estado dentro de sus fronteras territoriales —esto se traducía en la soberanía administrativa y política de los Estados sólo dentro de sus fronteras geográficas, en contraposición a la soberanía de la Iglesia, que no poseía fronteras. En otras palabras, fue la separación de la institución religiosa de la institución estatal, no la abolición o el combate de la esfera religiosa. En consecuencia, esto permitió el desarrollo de sistemas de gobierno, de administración y economía alejados del dominio de los textos religiosos o de los intereses particulares de la Iglesia.

Desafortunadamente, las sociedades islámicas no pasaron por esta misma era de reformas religiosas. El declive del Imperio Otomano alentó al colonialismo europeo a retomar su legado en la región. De ahí que los regímenes independentistas y posteriores no lograron ningún desarrollo social y democrático en las estructuras del Estado. Es más, los sucesivos golpes militares en Siria contribuyeron a la transición hacia la tiranía del Baaz y la dictadura del partido único, que produjo un fracaso catastrófico en todos los niveles.

Es una triste paradoja que en Siria, y en la región en general, 500 años después de la reforma religiosa del cristianismo en Europa, estemos volviendo a las peores versiones del califato islámico. Esto se ve de manifiesto con el surgimiento del Estado Islámico en Irak y el Levante, que llevó a la destrucción total de la política, la economía, la administración gubernamental y la sociedad civil. El grupo mostró un absoluto desprecio por la esencia de la fe cuando devolvió a la gente al nomadismo del desierto y a la ignorancia de los príncipes y clérigos, que decapitaban a la gente, capturaban mujeres y las vendían en los mercados de esclavos y conspiraban contra la población misma en el nombre de la religión y Dios.

Esto produjo el actual fracaso histórico del islam político, que contrasta con el devenir del mundo, la historia y los propios intereses de la ciudadanía. Sí, la realidad es espantosa. Pero no hay otra forma de mejorarlo que a través de un proyecto democrático nacional que adopte el laicismo como marco constitucional para construir el Estado.

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Mona Asa’ad, es abogada, académica y activista en Siria. Fue la asesora jurídica de la Comisión Siria de Asuntos de la Familia y activista de la mujer.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Syria Untold el 13 de enero de 2021.

El renacimiento del «Ejército del Islam»: el sueño “Enver Pasha” de Erdogan

Por Yeghia Tashjian para New Eastern Politics

Sin título [Fuente desconocida]

El 10 de julio de 1918, el Ministro de Guerra otomano, Enver Pasha, ordenó la formación del ‘Ejército Islámico del Cáucaso’ con el fin de repeler a las fuerzas armenias en el sur del Cáucaso, unir a todas las naciones turcas de la región bajo la bandera de islam y capturar los campos petroleros de Bakú. La iniciativa de Enver tuvo bastante éxito y jugó un papel importante en la campaña del Cáucaso durante la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, estas estrategias colisionaron con los intereses alemanes y ruso/bolcheviques. 

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Hubo desarrollos interesantes en el Cáucaso durante este periodo. Los bolcheviques que firmaron el Tratado de Brest-Litovsk, acordaron reconocer la independencia de Georgia bajo el protectorado alemán y permitieron que Alemania tuviera el 25% del petróleo de Bakú. El objetivo principal de los bolcheviques era ganar tiempo y evitar que los otomanos capturaran Bakú alentando a su enemigo histórico, los alemanes, a capturar el ferrocarril y el oleoducto que iba de Bakú a Batumi. Bajo la presión alemana, los otomanos abandonaron la idea de tomar el estratégico ferrocarril y concentraron sus esfuerzos en Bakú. A inicios del 15 de septiembre de 1918, el «Ejército del Islam» tomó Bakú y cometió masacres contra los armenios y comunistas. No obstante, con el fin de la Gran Guerra y la rendición del Imperio Otomano, el sueño de Enver llegó a su fin y sus fuerzas se retiraron de la región. 

Casi un siglo después, la idea de revivir un ‘Ejército islámico’ bajo el mando turco todavía juega un papel importante en la mentalidad de los líderes contemporáneos del AKP. En 1997, el alcalde islamista de Estambul, Recep Tayyip Erdogan, citó el poema de Ziya Gokalp: «Las mezquitas son nuestros cuarteles, las cúpulas son nuestros cascos, los minaretes, nuestras bayonetas y los fieles, nuestros soldados …», lo que resultó en su encarcelamiento. Este poema puede resumir la narrativa ideológica básica de la Turquía contemporánea. La política exterior de Turquía bajo Erdogan comenzó a seguir un camino panislamista/neootomano y panturco, por lo que a menudo colisiona con sus vecinos en el Mediterráneo y del Medio Oriente. Para cumplir su sueño, Erdogan necesitaba un ejército leal compuesto por mercenarios, que son menos costosos, más hábiles y están listos para luchar por dinero. Sin embargo, el «Ejército del Islam» de Erdogan también tiene una columna vertebral ideológica, ya que también contiene a hábiles combatientes turcos. 

Entonces, ¿quiénes son estos mercenarios y los combatientes turcomanos deseosos de morir por las políticas expansionistas de Erdogan?

De hecho, los turcomanos sirios son de origen turco y comparten una parte importante de su cultura con Turquía. Con el inicio de la crisis siria en 2011, el nacionalismo turco comenzó a ser una fuerza potente en los movimientos ideológicos dentro de la comunidad. Los turcomanos en Siria muestran abiertamente su apoyo a partidos turcos más conservadores como MHP y el partido gobernante, AKP. El neootomanismo y el panturquismo son también temas comunes entre las brigadas turcomanas en Siria, con varias brigadas que hacen uso de banderas otomanas, nombres y símbolos panturcos. Para organizar la comunidad, en diciembre de 2012 se formó la Asamblea del Turkmenistán Sirio, una coalición de partidos y grupos políticos sirios-turcomanos, con el respaldo y el apoyo de Turquía. Estaban compuestos principalmente por el Bloque Turcomano de Siria y el Movimiento Turcomano Democrático Sirio. Es más, la ocupación turca en el norte de Siria busca legitimar la presencia militar de los combatientes turcomanos, y Ankara los considera los más leales a sus políticas y para revivir sus sueños otomanos de expansión. Pronto, la Asamblea tuvo su ala militar llamada la Brigadas de Turkmenistán Sirio con sede en Estambul y dirigida por Ahmet Arnavut (también conocido como Abu Fadil).

En diciembre de 2017, Turquía reagrupó todas las fuerzas militares sirias-árabes y turcomanas, y fundó el “Ejército Nacional Sirio” (ENS). El ENS es un grupo armado de oposición respaldado por Turquía compuesto entre 80 mil a 100 mil combatientes. La mayor parte de esta fuerza está formada por las divisiones/brigadas turcomanas llamadas Sultán Murad y Hamza. El ENS se concentra en áreas ocupadas por Turquía en Afrin, Idlib y Alepo. El objetivo oficial de la estructura es ayudar a la República de Turquía a crear una ‘zona segura? en el norte de Siria y establecer un «Ejército Nacional». Si bien nominalmente el ENS tiene una estructura unitaria que responde al ‘Gobierno Interino Sirio’, un organismo político respaldado por Turquía, el grupo responde directamente a Turquía. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos reportó varios casos de violaciones de derechos humanos, donde combatientes del ENS publicaron fotografías de ellos mismos torturando a prisioneros de guerra kurdos. En definitiva, el ENS opera como un ejército sustituto de Turquía, que participa en conflictos fuera de Siria desde Libia hasta el sur del Cáucaso.

Variadas milicias y divisiones turcomanas altamente activas actúan bajo el paraguas del ‘Ejército Nacional Sirio’, como la División Sultan Murad, la Brigada Mehmed Conquistador, las Fuerzas Especiales de Alparslan, el Frente Turcomano Sirio, la Brigada Sultan Selim, el Batallón Anwar Al Haq, Brigada Ashab Al Yamin, Segunda División Costera, Brigada de Montaña de Turkmenistán, Brigada Muntasir Billah, Brigada Suleyman Shah, Brigada Sultan Malik Shah, Brigada Samarcanda (anteriormente parte de la División Hamza), Brigada Sultan Abdul Hamid Han. Sin embargo, arrojaré luz principalmente sobre las divisiones del Sultán Murad, el Sultán Abdul Hamid Han, Suleiman Shah y Hamza debido a su efectividad y popularidad.

Las Brigadas Sirias Turcomanas, también llamadas Ejército Unido de Turkmenistán (en turco: Birleşik Türkmen Ordusu), representan un amplio espectro de ideologías, desde el islamismo hasta el nacionalismo turco laico de derecha, a menudo en afiliación a la organización terrorista turca ‘Lobos Grises’. Están compuestos por decenas de divisiones y brigadas y entrenadas por la empresa SADAT International Defense Consultancy (conocida como milicias privadas del tipo Blackwater de Erdogan). Reclutaron no sólo a combatientes árabes y turcomanos locales, sino también a turcos y turcomanos del norte del Cáucaso, Asia central y otras regiones.

¿Quiénes son esas divisiones y brigadas?

La División del Sultán Murad es una de las fuerzas turcomanas más famosas formadas a principios de 2013 y opera principalmente en la gobernación de Alepo y Latakia. En 2016 afirmaban tener alrededor de 1.300 combatientes. Este grupo incluye varias brigadas como la Brigada Mehmed Conquistador, el Frente Turcomano Sirio, la Brigada Mártir Zaki Turkmani, la Brigada Ashbal Akida, la Brigada Ahli Sunnah, el Primer Regimiento y la Brigada de los Mártires Turcomanos. El 1 de noviembre de 2016, se formó un grupo denominado ‘Fuerzas de Alp Arslan’ en el norte de Alepo y se unió a la División del Sultán Murad. Su logo era una versión modificada de los lobos grises. La división también tiene varios combatientes nacidos en Turquía, como Zefer Kerkec, a quien se vio con varios comandantes importantes y combatientes turcos. Además, se informó que varios combatientes de Asia Central y la provincia china de Xinjiang se unieron a esta división.

De igual forma está la División Hamza, formada en 2013, que coopera con las Fuerzas Armadas de Turquía. La división siguió a las divisiones de infantería y tanques turcos y fue la primera en ocupar el Jarablus sirio en 2016. En 2018 participó en la ocupación de Afrin durante la ‘Operación Rama de Olivo’. En 2019, muchos de sus combatientes fueron enviados a Libia para participar en una operación dirigida por Turquía para ayudar al Gobierno de Acuerdo Nacional con sede en Trípoli. Según el ‘Observatorio Sirio de Derechos Humanos’ de la oposición siria, muchos voluntarios de la División Hamza fueron enviados a Azerbaiyán para luchar contra armenios en Artsaj.

Por otra parte, la Brigada Abdul Hamid Han, parte de la División Sultan Murad, opera en algunas áreas alrededor de Latakia y también se la conoce como la «Segunda División Costera». Incluye a combatientes árabes, pero está compuesta predominantemente por turcomanos y estuvo activa durante la invasión de Kessab, en 2015. Lleva el nombre del sultán otomano Abdul Hamid II y está dirigido por el comandante turcomano-sirio Omer Abdulla. Esta brigada adoptó una visión nacionalista turca más radical que otras brigadas y divisiones turcomanas sirias. También hacen un uso intensivo de símbolos relacionados con la «Shahada» en plural Shahid (N.d.T.: la palabra árabe Shahid plural de Shahada se relaciona con el martirio personal). Según publicaciones en las redes sociales, la brigada consta de alrededor de 50 combatientes y tiene vehículos de combate ligeros improvisados y múltiples lanzacohetes.

También está la Unión Suleiman Shah, comandada por Halil Abu Nejim. Está concentrada en la zona del monte Turkoman, tiene su sede en la provincia de Alepo y participó en la Operación Rama de Olivo de Turquía (enero de 2018).

Finalmente, la Segunda División Costera se formó en julio de 2015 y está dirigida por Alparslan Celik, de origen turco, miembro turco ultranacionalista de la organización terrorista ‘Lobos Grises’. En 2014, Celik se dirigió a Siria y se convirtió en el comandante de la Segunda División Costera. Se informó que fue él quien mató al piloto ruso Oleg Peshkov, que salió despedido de su avión tras ser derribado por Turquía en noviembre de 2015. Posteriormente, fue arrestado en Izmir y llevado a juicio, pero todos los cargos fueron retirados ya que el tribunal declaró que faltaban pruebas de que mató al piloto ruso. La división está compuesta por las siguientes brigadas: la Brigada de Turcomanos de Montaña, la Brigada Sultán Mehmet Conquistador, la Brigada Sultan Selim y la Brigada 1071 Raiders. El grupo afirma tener alrededor de dos mil combatientes.

Para concluir, esta no es la primera vez que Turquía recluta mercenarios para luchar por sus objetivos expansionistas. Durante la Guerra de Liberación de Artsaj de 1990-1994, cientos de chechenos y muyahidines afganos se unieron a las fuerzas azerbaiyanas, a menudo con ayuda logística turca y paquistaní. Históricamente, los europeos renunciaron a los mercenarios cuando se dieron cuenta de que estos combatientes pueden cambiar de bando, principalmente por razones financieras. Sin embargo, Turquía está un paso por delante, ya que los mercenarios turcomanos apoyan las aspiraciones neootomanas y panturcas de Erdogan basadas en fuertes convicciones políticas e ideológicas. 

Asimismo, diversos grupos lograron ocupar territorios en el norte de Siria y se asentaron allí con sus familias, con lo que cambiaron la naturaleza demográfica de muchas aldeas. Esto se adapta a los sueños panturcos de Turquía de reestructurar la demografía de muchas ciudades fronterizas en Siria e Irak. Al enviar estos mercenarios a Azerbaiyán, Turquía puede tener planes secretos para reasentar a esos combatientes con sus familias en territorios fronterizos o presuntamente capturados. Al hacerlo, Ankara quiere remodelar el panorama geopolítico de Oriente Medio y el Cáucaso. 

Estos mercenarios podrían ser utilizados como futuras ‘bombas’ contra los rivales regionales de Turquía, como Rusia e Irán. Sin embargo, Turquía puede utilizarlos incluso en Europa, India y China. Una cosa está clara: el presidente Erdogan quiere revivir el sueño de Enver Pasha y no sólo en el Cáucaso sino en los territorios que se extienden desde el norte de África hasta Asia central. Turquía quiere convertirse en el gobernante absoluto de los musulmanes y revivir el «Ejército del Islam» con el que alguna vez soñaron los líderes otomanos. 

A diferencia de 1683, hoy las ‘puertas de Viena’ están abiertas frente al presidente Erdogan. No existe un frente único que contenga sus ambiciones expansionistas ya que los europeos se encuentran fragmentados y débiles. Pero el presidente Erdogan, como Enver Pasha, ahora mira hacia el Este, donde el petróleo y sus parientes se encuentran nuevamente, y la batalla por el Cáucaso puede cambiar el equilibrio de poder en la región y las zonas colindantes.

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Yeghia Tashjian es analista e investigador regional. Se graduó de la Universidad Americana de Beirut en Políticas Públicas y Asuntos Internacionales. Fundó el foro/blog New Eastern Politics en 2010. Es asistente de investigación en el Centro de Investigación de la Diáspora Armenia en la Universidad Haigazian. Actualmente, se desempeña en el Centro Regional de Mujeres en Guerra, un grupo de expertos en género. Asimismo, es colaborador de varios periódicos locales y regionales y presentador del programa “Turkey Today” de Radio Voice of Van. 

N.d.T.: El artículo original fue publicado por New Eastern Politics el 16 de octubre de 2020.

Referencias

-Arslon Xudosi, “Syrian Turkmen Groups in Latakia: An Overview», BellingCat.com, 7 de febrero de 2020 https://www.bellingcat.com/news/mena/2019/02/07/syrian-turkmen-groups-in-latakia-an-overview/

. Brandon Conradis, “Turkmens: an ethnic group at the center of the Syrian conflict”, Deutsche Welle, 25 de noviembre de 2015.
https://www.dw.com/en/turkmens-an-ethnic-group-at-the-center-of-the-syrian-conflict/a-18876277

-Can Erozden, “Syrian Turkmens to unite under single flag”, Anadolu Agency, 22 de noviembre de 2018. https://www.aa.com.tr/en/middle-east/syrian-turkmens-to-unite-under-single-flag/1318693 

-Fahru Aksut, “Syrian Turkmen support Ankara’s involvement in Idlib”, Anadolu Agency, 2020. https://www.aa.com.tr/en/middle-east/syrian-turkmen-support-ankaras-involvement-in-idlib/1741651 

-Khaled Al Khateb, “Syrian Turkmen groups return from Turkey to support opposition”, al-monitor, 6 de agosto de 2019. https://www.al-monitor.com/pulse/originals/2019/07/syria-turkmen-assembly-move-turkey-aleppo.html#ixzz6aZ9iPBL6 

-Mohanda Hage Ali, “Turkey’s Men”, Carnegie Middle East Center, 15 de noviembre de 2017. https://carnegie-mec.org/diwan/74726 

BBC News, “______, Who are the Turkmen in Syria?”, 24 de noviembre de 2015.  https://www.bbc.com/news/world-middle-east-34910389

La crisis del Islam: en defensa de una discusión

Por Ziad Majed, Farouk Mardam Bey, Yassin Haj Saleh para Al Jumhuriya. 

Fuente desconocida

[Nota del editor: este artículo es uno de los dos publicados por Al Jumhuriya sobre la “Crisis del Islam”, seguido por el de Abdul Wahab Kayyali, titulado «La crisis del Islam: los musulmanes y la cuestión de la igualdad». Aquí se puede encontrar una versión en árabe de este artículo, mientras que Le Monde publicó una versión en francés].

Farouk Mardam Bey, Ziad Majed y Yassin Haj Saleh argumentan que el Presidente Macron no se equivoca al decir que el islam está en ‘crisis’, pero la crisis no puede separarse del autoritarismo y la violencia infligida a Siria, Irak y otros lugares en los últimos años, afirman.

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El asesinato el mes pasado del profesor de historia francés, Samuel Paty, envuelto en su atroz simbolismo, marca el último de una serie de actos terroristas perpetrados por jóvenes musulmanes franceses, o musulmanes residentes en Francia. Como suele ser el caso, inflamó las emociones a tal extremo que hizo imposible durante días o incluso semanas tener una conversación razonable sobre el islam y otros temas relacionados.

Nosotros, como intelectuales laicos, comprometidos con la democracia, descendientes del Levante árabe y de una herencia de la que el islam fue y sigue siendo un componente esencial, estamos obligados a afirmar, en primer lugar, que la comunicación entre diferentes sujetos y el dificultoso análisis de problemáticas complejas es la única clave para desarmar la militarización cultural e ideológica propugnada por nihilistas islamistas como fueron los asesinos de Samuel Paty, tales como Abdullah Anzorov y otros tanto como él. Cuanto más estos sujetos logran profundizar las fronteras que separan a las comunidades musulmanas del mundo que las rodea, más sus ideologías crecen y prosperan.

En segundo lugar, afirmamos que esta militarización cultural e ideológica no solo se limita a estos nihilistas islamistas. Muchos en Occidente juegan el mismo juego e incluso animan a los islamistas a seguir jugándolo. Esto es así porque ellos también buscan profundizar las actuales fronteras y vivir en fortalezas robustecidas, indiferentes a todo lo que sucede a su alrededor y en los márgenes de sus propios asentamientos ideológicos.

Lamentamos expresar que percibimos un odio creciente hacia el mundo, nuestro mundo compartido, así como también por los valores de justicia, tolerancia e igualdad. Tanto en el mundo musulmán, como en las sociedades estadounidense y europea, y ni hablar de Rusia, India, China, Brasil. Este en un momento clave para el establecimiento de una solidaridad en la comunidad global, puesto que sería la forma más eficaz de abordar problemas para los que no existen soluciones locales, como son los problemas medioambientales, el cambio climático, las pandemias, la hambruna y la migración.

El planeta actualmente, en toda su inmensidad, diversidad y unidad, representa el interés público de la humanidad en su conjunto. Y se encuentra en una crisis profunda: una crisis de falta de dirección y una falta de propósito para unir a las personas. Los musulmanes y su religión son parte de este mundo; están presentes en él, y la humanidad está presente en ellos. De ahi que, el Presidente francés no se equivoca al decir que el islam está en crisis. Los mismos intelectuales musulmanes lo vienen diciendo desde hace generaciones. Sin embargo, lo que se olvidó de agregar fue que el mundo entero está en crisis y que la crisis del islam —encarnada en el surgimiento de un nihilismo violento que aborrece al mundo— se ve exacerbada por el crecimiento de las corrientes populistas, nacionalistas, extremistas y racistas, que no parecen más preocupadas por este mundo que los nihilistas islamistas.

Que la víctima, Samuel Paty, fuese profesor de Historia nos llama a recordar la historia detrás de este nihilismo islamista responsable del crimen. En su manifestación más violenta, nació en Afganistán a principios de la década de 1980, cuando Estados Unidos buscó convertir ese pobre país en un Vietnam para la Unión Soviética que lo había invadido y ocupado, sólo unos años después de la paralela invasión estadounidense a Vietnam. En ese momento, los servicios de inteligencia de Estados Unidos y Pakistán se aliaron con el capital proveniente de Arabia Saudita y su doctrina wahabista, una forma puritana del Islam salafista sunita que hasta ese momento había estado confinada al Reino de Arabia Saudita. Esta alianza se produjo con el fin de atraer, capacitar y equipar a jóvenes musulmanes de todo el mundo para llevar a cabo actos de violencia y el consecuente estado de guerra.

Paralelamente, la República Islámica de Irán, establecida a raíz de la revolución de 1979, estuvo exportando su propia ideología totalitaria a las diversas comunidades oprimidas en todo el Medio Oriente. De esta manera, colisionaba cada vez con mayor frecuencia con sus rivales regionales e internacionales y alentaba así el crecimiento del fundamentalismo chiita en paralelo con su homólogo salafista sunita. Más tarde, la invasión y ocupación de Irak en 2003 con los falsos pretextos de que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva y vínculos con Al Qaeda, que había llevado a cabo el icónico ataque terrorista contra Estados Unidos dos años antes, ofreció un terreno fértil para el renacimiento del yihadismo nihilista. En dicho contexto, un Irak ocupado, con sus infraestructuras completamente devastadas y una sociedad en pedazos después de décadas de la tiranía de Saddam e interminables guerras, constituyó un entorno ideal para atraer a esos nefastos personajes. Más aún, una década más tarde la situación empeoraría aún más con la destrucción de la sociedad siria a manos del régimen de Asad, con la ayuda de sus aliados iraníes y rusos. En definitiva, esto conduciría a la proclamación del «Estado Islámico de Irak y el Levante» o EIIL que abarcó las humeantes ruinas de Siria e Irak.

En su forma más bélica y política, el nihilismo islamista aparece cada vez que se clausuran los sistemas políticos y se despoja a las sociedades civil del control de su propia existencia. Si la religión es el espíritu de situaciones carentes de espíritu, como dijo Marx, entonces en el contexto islámico contemporáneo es la política de las condiciones apolíticas. En otras palabras, el empobrecimiento político va de la mano al islamismo, donde lo primero tiene mayor significado que lo último. Del mismo modo, la posesión de las armas políticas por parte de la población, junto con el derecho a organizarse, manifestarse y protestar son los medios ideales para enfrentar al nihilismo islamista y su odio por el mundo.

En cambio, lo que continuó sucediendo durante décadas, llegando al día de hoy en el Medio Oriente es precisamente todo lo contrario. Desde la década de 1990, y especialmente desde el 11/9 las potencias más influyentes del mundo diagnosticaron al terrorismo como el principal mal político. Esto llevo a una securitización global de la política, basada en regímenes que utilizan la tortura, el debilitamiento de la democracia y la disminución del estado de derecho, consecuencias que vemos comúnmente hoy día. Dos décadas después de la ‘Guerra contra el Terrorismo’, el mundo es menos seguro, se reforzaron los odios colectivos y la guerra no permitió ni las demandas civiles de justicia ni creó tribunales locales o internacionales para ofrecer reparación a las víctimas del terrorismo en países como Siria, Irak y otros. La justicia fue un dominio exclusivo de ciertas víctimas occidentales. Generalmente tomaron la forma de asesinatos en venganza por los caídos, llevados a cabo por comandos especiales, aviones de combate o drones, en los que Occidente fue literalmente juez, jurado y verdugo.

Cierto es que la ostensible guerra contra el terrorismo no fue una guerra en absoluto. Estuvo más cercana a la definición de tortura, por lo que no debería sorprendernos al encontrar Estados torturadores como el de Asad entre sus socios, junto con el régimen de Abdel Fattah Al Sisi de Egipto,  el gobierno de Myanmar —implicado en el genocidio contra el pueblo musulmán rohingya— o el gobierno sectario y nacionalista de Modi en India. Tampoco debería parecernos extraño que el régimen chino coloque a un millón de musulmanes en campos de ‘rehabilitación’ que recuerdan a las tradición estalinista o a la de Pol Pot en Camboya. Así como tampoco debería extrañarnos que ex ‘terroristas’ laven su reputación al participar en esta ‘Guerra’ contra los ahora terroristas islámicos, ni que la ocupación colonial israelí y el régimen de apartheid en los territorios palestinos busquen refugio bajo la misma consigna de luchar contra el terrorismo. No hay ningún asesino, gobernante corrupto o criminal que no pueda ser bienvenido de nuevo en el redil mientras se asocien con Occidente en su ‘Guerra contra el Terrorismo’, mientras ‘terror’ remita solamente a la variante islamista.

Como lados opuestos de la misma moneda, el islam se enfrenta a dos grandes problemáticas interrelacionadas en el mundo actual. El primero es el nihilismo islamista, que elevó el nivel de crueldad dentro de las sociedades musulmanas ya violentas en todo el mundo. El segundo es la intolerancia contra los musulmanes en sus diversas formas y grados. Un mundo sin dirección ni propósito no puede ver una cara de esta moneda sin ignorar la otra, exactamente como lo hacen los propios islamistas. Esto presagia un futuro de aún más crueldad por venir. La islamofobia o el fanatismo antimusulmán arraigado en una larga historia de conquista y colonialismo, no ayuda a enfrentar el nihilismo islamista. El nihilismo islámico —un movimiento esencialmente menor que no representa a la mayoría de los musulmanes— tampoco es de ninguna ayuda para enfrentar la islamofobia. Por el contrario, los nihilistas islamistas se sienten completamente cómodos en contextos de discriminación contra los musulmanes. Necesitan esos sentimientos de agravio y victimización, porque ellos mismos no tienen nada positivo que ofrecer al mundo.

Nunca es demasiado tarde para un pensamiento crítico más claro que presente la cuestión islámica y su crisis como una faceta más de una crisis global, una crisis que se vuelve menos tratable cuanto más se demora su cura. Hacemos un llamado a nuestros colegas y contrapartes en Francia, Europa, Occidente y el mundo en general para que reflexionen sobre la crisis de un mundo sin alternativas ni conducción, sin perspectivas ni esperanzas, y para trabajar en la creación de un principio de responsabilidad global que resista la exclusividad racista y las afirmaciones de superioridad étnica o religiosa.

Nunca hemos deseado ser portadores de constantes malas noticias, pero los peligros que enfrenta el mundo en la actualidad no nos dan ninguna razón para descartar la posibilidad de que ocurran cosas peores. Esperamos —para que esa posibilidad se vea frustrada—, que otros tampoco la descarten. Es que tenemos razones para saber que lo ‘peor’ no avisa antes de llegar.

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El PhD. Ziad Majed es profesor asociado de estudios de Oriente Medio en la Universidad Americana de París y autor de libros que incluyen “Syria: The Orphaned Revolution” (2013), entre otros.  

Farouk Mardam Bey es editor franco-sirio y autor de libros que incluyen “Itineraries from Paris to Jerusalem: France and the Arab-Israeli Conflict” (1992), coescrito con el difunto escritor Samir Kassir.

Yassin Haj Saleh es escritor político y ex detenido político por su crítica de izquierda, centra sus estudios en la evolución de la política y conflicto sirios, y análisis críticos de la cultura islámica contemporánea.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Al Jumhuriya el 12 de noviembre de 2020.

Obstáculos para renovar el discurso religioso en Egipto: razones y resultados

Por Ishak Ibrahim para Tahrir Institute for Middle East Policy (TIMEP)

En los últimos años, el régimen egipcio ha promovido una nueva “visión” del Islam, tanto a nivel local como internacional, para combatir el terrorismo y el extremismo religioso. Al comienzo de su mandato, el presidente Abdel Fattah El Sisi, no solo pidió la renovación del “discurso religioso” para luchar contra el terrorismo, sino que en numerosas ocasiones ha destacado también la necesidad de corregir la imagen del Islam y sacudir el “polvo” de la herencia islámica para que se halle en consonancia con la modernidad.

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Estas llamadas han recibido un gran interés y aprobación a nivel mundial, ya que el discurso oficial se centra principalmente en la coexistencia pacífica entre las personas, junto con la aceptación del pluralismo religioso y los derechos relacionados. Desde el principio, el Estado egipcio ha encomendado a las agencias islámicas oficiales la tarea de renovar el discurso religioso, corregir conceptos erróneos y combatir la violencia y los movimientos extremistas.

Una de las estructuras religiosas más importantes relacionadas con esta campaña es la institución Al Azhar, la cual desempeña un papel educativo a través de una variedad de escuelas y su afiliada, la Universidad Al Azhar. La institución desempeña un papel proselitista al enviar imanes (N.d.T.: en el contexto suní, se trata de individuos que ofician de autoridades comunitarias en asuntos religiosos) a varios centros islámicos en todo el mundo, además de ser la principal referencia para todos los asuntos islámicos de conformidad con la Constitución egipcia. Es legal y financieramente independiente de las organizaciones estatales.

El Ministerio de Dotaciones (N.d.T.: en árabe, awqaf refiere a bienes otorgados a instituciones religiosas con fines caritativos) ocupa el segundo lugar cuando se habla de la renovación del discurso religioso. Este ministerio es parte del gobierno egipcio y es responsable de supervisar la mayoría de las mezquitas en Egipto. También, es responsable de designar imanes, pagar sus salarios mensuales y supervisar su desempeño.

Medidas para el control de asuntos religiosos

Bajo la dirección planteada por Sisi, el Ministerio de Dotaciones ha estado al frente de esta “renovación del discurso religioso”, tomando tres importantes decisiones al respecto. La primera, fue poner a todas las mezquitas bajo su órbita y control directo, incluyendo la supervisión de sermones y actividades sociales. La segunda decisión, tuvo como objetivo unificar los temas de los sermones dados durante la oración de los viernes en todas las mezquitas, impidiendo abordar temas fuera de los acordados. La última decisión, permitió al ministerio otorgar permisos para sermones a nuevos predicadores, a fin de permitir que ciertas personas que no estaban empleadas hasta entonces por el ministerio, pronuncien sermones.

Al mismo tiempo, Al Azhar celebró varias conferencias para discutir y combatir el terrorismo. También, anunció una estrategia para elaborar el discurso religioso en el país y en el extranjero bajo el lema de “Reforma y Renovación”. Esto incluye iniciativas como el lanzamiento del Centro Global de Fatwas Al Azhar, para responder a las fatwas (N.d.T.: opiniones legales no vinculantes dadas por un jurista calificado en ley islámica) pronunciadas por grupos religiosos armados.

Ir en contra de la tendencia

Las instituciones religiosas oficiales han logrado monopolizar el discurso religioso en Egipto. El Ministerio de Dotaciones se ha convertido en el supervisor de la incidencia y el trabajo social dentro de las mezquitas, especialmente en aquellas que anteriormente estaban bajo el control de grupos religiosos de carácter político, como la Hermandad Musulmana y el Llamamiento Salafista, o afiliados a asociaciones religiosas salafistas, como la Asociación Ansar Al Sunna Al Mohamedeya y Al Jamaa Al Shareya.

Si bien estos procedimientos abordan los síntomas de problemas relacionados con el discurso religioso -como discursos de odio dados en los minbars o púlpitos de las mezquitas-, no abordan las causas fundamentales del extremismo religioso, ni logran confrontar eficazmente a los grupos que promueven la violencia religiosa. A esto se suma la continuidad de puntos de vista conservadores con respecto a los derechos de las mujeres, las minorías religiosas y los derechos personales en general.

A menudo acusada de ser una “quinta columna” en nombre de otros países de la región y debido a las diferencias religiosas, la incitación al odio contra la comunidad chiíta ha continuado. Al Azhar ha adoptado una ley conservadora sobre el estatus personal que restringe los derechos de las mujeres y refuerza las normas patriarcales. Por ejemplo, ha rechazado todas las propuestas para acabar con el divorcio verbal indocumentado. También, se opuso a la promulgación por Túnez de una nueva ley de sucesiones que permite la distribución equitativa de la herencia entre hombres y mujeres, considerándola un intento de dañar las doctrinas y disposiciones legales del Islam.

En los últimos años, las instituciones religiosas han restringido la libertad de opinión y expresión y han atacado a quienes critican su incapacidad para lograr un cambio real. En 2015, Al Azhar presentó una demanda para suspender el programa de televisión de Islam Al Behairy, un investigador en patrimonio islámico que sostiene que las instituciones religiosas han sido negligentes al revisar la literatura académica. Además, en muchos casos, él criticó mordazmente la jurisprudencia de estos libros por considerarlos ajenos al Islam y los valores islámicos, mientras que las autoridades de Al Azhar han defendido dichos textos y han pedido que se vuelvan a leer dentro del contexto actual. Como resultado, el programa de Al Behairy fue suspendido y él fue declarado culpable y sentenciado a cinco años de prisión, antes de que su sentencia fuera apelada y reducida a un año.

Además, la Universidad Al Azhar ha impuesto en múltiples ocasiones, restricciones a la libertad académica. Ha habido profesores y profesores asistentes que recibieron suspensiones, de duración variable, por expresar opiniones que disienten con las posturas dominantes o por asistir a conferencias sin la aprobación de la universidad. Además, hay muchas quejas sobre la dificultad de registrar tesis de maestría y doctorado sobre tópicos no aceptados por la administración de Al Azhar.

Muchos de los esfuerzos por renovar el discurso religioso han sido fragmentarios y efectuados con poca coordinación, dando lugar a superposiciones. Por ejemplo, el Ministerio de Dotaciones realizó una conferencia titulada “Mecanismos de renovación del discurso religioso”, en enero de 2015. Un día después, el Imán de Al Azhar celebró otra disertación con el mismo propósito. La competencia sustancial entre las dos instituciones se volvió notable en noviembre de 2018, cuando las celebraciones del Mawlid (N.d.T.: aniversario del nacimiento del Profeta Muhammad) vieron continuar la discrepancia entre el punto de vista del presidente, apoyado por el Ministro de Dotaciones, Mohamed Mokhtar Gomaa, por un lado, y la opinión del Gran Imán de Al Azhar, Profesor Ahmad El Tayeb, por el otro.

Durante las celebraciones en las que estuvieron presentes los tres, el presidente Sisi destacó repetidamente la necesidad de renovar el discurso religioso, sin ahondar al respecto. De igual forma, el ministro subrayó la importancia de la renovación, así como los esfuerzos de su ministerio para participar en ella. Por el contrario, el discurso del imán destacó la inevitabilidad de defender el legado de la Sunnah (N.d.T.: conjunto de prácticas y costumbres de la tradición islámica), considerando su renuncia como la destrucción del Islam.

Entendiendo las razones

El fracaso en el cumplimiento de la misión de renovar el discurso religioso se atribuye a muchas razones, la más importante es la falta de determinación en el significado explícito de esta misión. En su primer discurso de 2015, el presidente habló de una “revolución religiosa”. Luego, en sus siguientes discursos, habló de corregir el discurso religioso purificándolo de conceptos erróneos y releyendo la herencia intelectual con una interpretación más contemporánea.

Ni la presidencia, ni Al Azhar, ni el Ministerio de Dotaciones han determinado un concepto claro de lo que implica renovar el discurso religioso o cómo comenzar a emprenderlo.

El presidente Sisi ha insistido en que el Gran Imán de Al Azhar, Ahmed El Tayeb, debe realizar más esfuerzos en este área, especialmente en lo que se refiere a la lucha contra la difusión de ideas extremistas. Esto plantea interrogantes sobre el deseo y la capacidad de estas instituciones con sus estructuras actuales para cumplir esta misión. La mayoría de los imanes y sheijs tienen puntos de vista muy conservadores. Un porcentaje considerable de ellos están intelectualmente más cerca de la Hermandad Musulmana y las corrientes salafistas, y algunos de ellos apoyan las direcciones del sistema, sean las que sean.

Naturalmente, no podemos hablar de la renovación del discurso religioso sin analizar el ambiente general de derechos y libertades en Egipto, sobretodo las libertades personales, especialmente las libertades de creencias, opinión y expresión. Estas están restringidas por leyes que resultaron en un control más estricto del Estado sobre los medios de comunicación y el enjuiciamiento de quienes expresen ideas que contradigan el sentido común y aquello que sea aprobado por las instituciones religiosas y civiles del país. Si bien las autoridades estatales han declarado su apego a la renovación del discurso religioso, los funcionarios públicos han cerrado iglesias debido a las objeciones de ciudadanos locales. Además, se ha juzgado a investigadores y blogueros por acusaciones de difamación de la religión.

Entre otros incidentes reveladores de esta situación, figura el caso de la parlamentaria Amna Nasr, quien propuso una ley para abolir el artículo 98 del Código Penal, que castiga la difamación de la religión. Ella fue duramente criticada y el Ministerio de Justicia envió un comunicado rechazando la propuesta y advirtiendo en su contra.

Las instituciones estatales se dan cuenta de que hay una crisis en el discurso religioso en la región árabe, especialmente en Egipto. Son conscientes de que existe un problema en torno a la mala interpretación de varios textos religiosos y este discurso es un terreno fértil para grupos extremistas. Por tanto, surge la necesidad de afrontar esta situación. Sin embargo, a solicitud del régimen, la renovación del discurso religioso difiere en sus propósitos de la renovación a la que aspira la corriente cívica y la intelectualidad.

Del mismo modo, también es diferente de lo que quiere la institución religiosa más grande de Egipto (Al Azhar). El régimen quiere un discurso religioso desprovisto de las cuestiones políticas, económicas y sociales que padece Egipto; un discurso religioso que acusa de infidelidad a los grupos políticos islámicos y a los grupos violentos, sin dejar de mostrarse conservador con respecto a las cuestiones sociales y los derechos de las mujeres y las minorías. Por otro lado, estas autoridades quieren tomar el control del entorno religioso en su conjunto y gestionarlo de una manera que persiga sus intereses comunes con el Estado, sin renunciar a sus opiniones conservadoras y sin chocar con la tradición religiosa o el discurso de odio que se ha sostenido por algunos predicadores y grupos, contra todo aquello que se encuentre fuera de la corriente dominante del Islam sunita.

Por lo tanto, estas instituciones no han podido elaborar un plan claro que detalle las vías necesarias para cambiar el status quo. Especialmente, porque tal cambio en el discurso religioso tendría que converger con las preocupaciones y derechos de la ciudadanía.

No se espera que las instituciones religiosas realicen cambios fundamentales en el discurso religioso, siempre que permanezca desconectadas de los derechos en su conjunto. Estos pasos tampoco pueden tomarse con la continua exclusión de otras instituciones que deberían participar, como los Ministerios de Educación, de Cultura y de Juventud, a la par de la sociedad civil.

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Ishak Ibrahim es investigador y Licenciado por la facultad de Economía y Ciencias Políticas de la Universidad de El Cairo; abogado defensor y activista especializado en temas relacionados con la libertad de creencias y las minorías religiosas. Integra la Iniciativa Egipcia por los Derechos Personales y el Sindicato de Periodistas Egipcios. Ibrahim recibió el premio a la mejor entrevista en un concurso patrocinado por el Centro de Prensa de la ONU en concierto con la Unión Europea y el Centro Ahram de Periodismo, 2008. Escribe artículos sobre derechos y libertades en sitios web como Al Dimuqratiya, Mada Masr y el Instituto Tahrir de Políticas de Oriente Medio (TIMEP).

N.d.T.: El artículo original fue publicado el 31 de octubre de 2019.

 

 

‘Antisemitismo’ versus ‘islamofobia’: cómo el lenguaje crea realidad(es)

Por Timo Al Farooq para Mondoweiss.

Protesta en contra del Islam en la plaza neoyorquina Foley, 10 de junio, 2017. [Mark Peterson]

Desde las torres de marfil de la producción del conocimiento académico hasta las tierras bajas de la cultura de la charla de café, el lenguaje táctico se encuentra omnipresente en el discurso político diario, empleando ciertos símbolos y códigos pensados para eclipsar las amargas realidades bajo la cortina de humo de un dulce eufemismo. El lenguaje controlado de la Neolengua en la distópica “1984” de George Orwell es un ejemplo, aunque extremo, de cómo la manipulación del idioma es un modus operandi clave para los poderes que sofocan el pensamiento crítico, y así logran consolidar su control sobre las poblaciones potencialmente subversivas.

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Hablemos de semántica

Un ejemplo de flexibilidad lingüística estratégica puede tomarse directamente de nuestros tiempos, donde la profecía orwelliana se ha hecho realidad: alguien que odia a los judíos es llamado “antisemita”, pero alguien que odia a los musulmanes es simplemente un “islamófobo”, ¿una persona temerosa del Islam?

Con un sufijo tomado de la jerga médica y fijado al nombre de una denominación religiosa, el último término parece vagamente artificial y, de alguna manera, resulta menos dañino que cualquier palabra compuesta con el prefijo “anti-” (cuando era niño siempre pensé que antipasti era italiano para “alguien que odia la pasta”, independientemente del hecho de que el idioma de un país en el que el alimento básico es la pasta probablemente no tenga una palabra para odiarlo en su vocabulario).

Entonces, mi pregunta es: ¿por qué un antisemita no se llama un “semitófobo”? ¿Y un islamófobo no es un “anti-musulmán”? ¿Y qué se supone que significa este “miedo al Islam”? Como si las creencias heterogéneas organizadas de 1.800 millones de personas fueran un asesino serial, cual Freddy Krueger viniendo a asesinarte mientras duermes.

Desde un punto de vista lingüístico, la insinuación semántica hecha por estas diferentes formas de describir distintos tipos de intolerancia antirreligiosa es que existen jerarquías normativas de racismo, determinadas arbitrariamente por la ancestral persuasión europea blanca, los inventores del concepto de raza, el único cimiento estable sobre el que han construido -con un éxito increíble- toda su empresa de racismo divinamente ordenado y sometimiento a la explotación económica de pueblos de piel oscura mejor conocida como colonialismo.

Como resultado, esto sugeriría que dentro del discurso occidental se considera más serio odiar a los judíos que odiar a los musulmanes. Lo que a primera vista puede parecer un contratiempo lingüístico es, de hecho, un indicador del estado discursivo dominante en la sociedad y, por lo tanto, fuertemente político. Narrativa la cual, en última instancia, contrapone a dos religiones que comparten los mismos principios fundamentales, al atribuirles un valor jerárquico a través de diferentes términos cualitativos por un mismo motivo: el racismo contra un grupo minoritario.

Este método de valorización con un doble estándar también trae consecuencias para la cuestión de la culpabilidad: al llamar a un fanático antisemita y al otro simplemente un islamófobo, este último es humanizado de forma desproporcionada, porque su odio contra el Islam se vuelve psicológicamente diagnosticable, tratable y, por lo tanto, excusable. Por otro lado, el antisemita se considera la versión humana de un Estado forajido y fallido, una causa perdida, no merecedor de contar con la paciencia de la inspección, sino con la mayor de las indignaciones, digno solo del reflejo del prejuicio y la enemistad socialmente consensuada. 

Mientras que el antisemita es peligroso por definición, un término como islamófobo hace que el que odia a los musulmanes parezca bastante tímido, lo cual implica que no es una fuente de peligro, sino una víctima que simplemente reacciona a un terror externo, y carga comprensiblemente con la más humana de las emociones que todos hemos experimentado en algún momento de nuestras vidas: el miedo.

Esta marca de discriminación jerárquica, minimización selectiva y de juego semántico también caracteriza a los discursos de género, sexualidad y raza: el hombre que odia a las mujeres no es un odiador de las mujeres, pero se le permite vivir en el lujo de un término elevado como “misógino”; el que odia a los homosexuales es sanitizado como un “homófobo”, y el racista es blanqueado como un “xenófobo”, ambos apodos insinúan que hay una característica dentro de los homosexuales y los extranjeros que desencadena el miedo legítimo en la sociedad dominante, haciendo a estos dos cómplices de alguna manera en el crimen de aquellas otras personas que los desprecian.

Las facultades pro-activas del “xenófobo” pasivo

El término “xenofobia” es un ejemplo de otro eufemismo desplegado en discursos sobre raza e inmigración, oscureciendo la severidad del flagelo que debe describir. Desglosado en sus componentes clave, la unión del lexema “xeno” con el sufijo “fobia” se traduce aproximadamente como “miedo a lo extraño, lo foráneo, lo externo” que, en mi opinión, es un oxímoron. 

Sí, si algo es desconocido o extraño para usted, su respuesta involuntaria podría ser el miedo. Esa es una reacción “natural” (aunque los temores “naturales” también están socialmente condicionados). Es cuando el reflejo psicológico naturalizado del miedo se entrelaza causalmente con la calidad activa del odio en la vida real, como ha quedado documentado en las redadas de ICE (N.d.T: Inmigration and Customs Enforcement, agencia federal estadounidense) y en los cantos de “envíenlos de regreso”, junto a tantas otras acciones cuasi nazis, que uno se cae del desvencijado puente colgante de la objetividad y la lógica hacia las furiosas aguas del lenguaje politizado.

¿Cómo es posible equiparar el miedo con el odio? ¿No debería el miedo inmovilizar, inducir pasividad? Cuando tenés miedo, ¿no debería ser tu primera reacción huir, esconderte, alejarte del objeto de tu miedo?

Al igual que los islamófobos, los xenófobos no se alejan de las personas que temen, sino que hacen exactamente lo contrario al avanzar hacia ellas: manifestarse frente a mezquitas en proceso de construcción, incendiar casas de culto o centros comunitarios, abusar verbalmente de miembros de minorías étnicas o religiosas, incluso atacándolos físicamente y, en muchos casos, asesinándolos al cometer crímenes de odio y realizando ataques terroristas en nombre de la supremacía blanca. Estos últimos, han aumentado recientemente de forma exponencial.

Cuando toda esa violencia no funciona, el xenófobo apoderado del miedo se arremanga y comienza a construir muros, primero alrededor de su propia propiedad, luego presionando a los políticos para que hagan lo mismo alrededor de las fronteras nacionales.

Entonces, para alguien que supuestamente está tan atemorizado, el “xenófobo” exhibe un asombroso grado de coraje, celo y proactividad de la ética del trabajo. Eso implica que el nivel de miedo no puede ser tan alto cuando uno está dispuesto a poner tanta dedicación y esfuerzo en causar daño a otras personas, o bien resulta que las personas que padecen la condición pseudo-médica del “miedo al extranjero/extraño” son los llorones más resistentes, estoicos, disciplinados y atrevidos que caminan por esta tierra.

A mí me parece que el temor a lo extranjero alegado por el xenófobo es solo una excusa fácil para odiar al foráneo, delegando la responsabilidad en la psicología de la “naturaleza” humana, para cubrirse de inocencia y permitirse odiar conscientemente de forma impune, voluntaria y responsable.

La socióloga Alana Lentin escribió en su Beginners Guide to Racism que ella “se opone a la idea de que el racismo, tanto hoy como en el pasado, sea el resultado de una inclinación natural de los seres humanos a temer u odiar aquello que consideran diferente a ellos”, para luego caracterizar al racismo como algo “inherentemente político”, haciendo de este no una reacción involuntaria, sino una acción deliberada y premeditada. Algo que es al mismo tiempo una mentalidad y una herramienta organizativa, siendo el lenguaje una de las muchas formas de poner esa herramienta a trabajar.

Analizando esto, pero no aquello

Una de las características más llamativas en la teatralidad de minimizar el racismo es la herramienta retórica del eufemismo al rutinariamente llamar “lobos solitarios” a las personas blancas que cometen asesinatos en masa, mientras se hace lo contrario al encuadrar como terroristas a los árabes o musulmanes que cometen el mismo crímen.

Esto tiene el resultado de que los crímenes atroces del primero sean parcialmente (y en el caso de policías blancos asesinando a personas negras en los EEUU) o totalmente indultados sobre principios compasivos (el lobo blanco solitario como un individuo con problemas, o que el asesinato no provocado de una persona negra desarmada por un oficial de policía blanco sea justificado por el temor del último a que esa persona pudiera estar armada). Mientras tanto, los mismos crímenes cometidos por árabes/musulmanes se manipulan para parecer tan escandalosamente inhumanos que la palabra “crimen” no puede describir algo tan desproporcionadamente insultante; a saber, una persona morena inferior teniendo la audacia de matar a un blanco superior.

Los no blancos son designados como intrínsecamente malvados, por lo tanto, no merecen el privilegio blanco de los supuestos problemas psicológicos y una investigación profunda.

Académicos, periodistas, comentaristas políticos, etc., mencionados por Noam Chomsky como la clase social de la “intelectualidad”, pasan innumerables horas esforzándose por encontrar el más pequeño y elusivo trazo de razón dentro del innegable odio de aquel “lobo solitario” blanco que comete crímenes de odio, como si estuvieran involucrados en una búsqueda del tesoro filosófica bajo el título “Por qué los racistas no son malas personas”.

Esta manta protectora de lujo NUNCA se otorga a los delincuentes no occidentales/no blancos cuyos crímenes no necesitan ser examinados psicológicamente, porque son directamente percibidos como parte de la genética del otro étnico/cultural/religioso: ya sea que se trate de la Rusia soviética o el “Eje del mal” de George W., ya sea el terrorista “musulmán”, el “pandillero” afroamericano, el “judío que roba dinero”, el “violador mexicano” de Trump. Su “maldad” no solo está prescripta étnica y culturalmente por el discurso de la supremacía blanca, sino que también es explicada de esa manera.

Además, la hegemonía europea blanca se reserva el derecho exclusivo de definir quién es “malvado” y quién no lo es, lo que resulta en sátiras tan espeluznantes como las de EE. UU., que es hasta el día de hoy la única nación que ha arrojado bombas atómicas sobre población civil extranjera, teniendo la audacia de prohibir a otras naciones que adquieran armas nucleares.

Avergonzar, en lugar de endulzar

Entonces, ¿cómo deconstruir esta jerarquía normativa de discriminación en los discursos occidentales sobre el racismo? Para empezar, deberíamos dejar de usar un término bastante abstracto como “islamofobia” y reemplazarlo con el más concreto y accesible “anti-musulmán”, para volver más reconocible la severidad de la intolerancia “islamofóbica” que afecta a una demografía en rápido crecimiento dentro de las sociedades occidentales.

En un contexto más amplio: en lugar de emprender misiones para buscar fallas en las profundidades del inocente subconsciente hegemónico blanco, para el discurso y el desarrollo de la civilización, sería más productivo permanecer en la superficie y comenzar a reconocer al racismo como una ideología verdaderamente atroz, incluido aquel contra judíos y musulmanes. No es una condición pseudo-médica, como implica un término como xenofobia, el cual puede explicarse de forma socio-económica y psicológica, sino una mentalidad vergonzosa y despreciable que se denunciar.

Este cambio de paradigma desde endulzamiento a la autorrealización y, tal vez incluso la vergüenza absoluta, volvería nula la cultura de divorciar la voluntad de la acción en los delitos racistas y llevaría la responsabilidad a la puerta del criminal, en lugar de delegarla en cualquier otra entidad bajo el sol, como ha sido la tradición de los discursos occidentales sobre raza y religión.

Hay un dicho en alemán entre los liberales de izquierda y antifascistas de mi país: “Rassisten sind Arschlöcher. Überall”. Lo que significa: los racistas son imbéciles, en todas partes. No xenófobos. No antisemitas. No islamófobos. Solo idiotas racistas comunes y corrientes.

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Timo Al Farooq es periodista independiente, su artículos fueron publicados por RT, MiGAZIN, IZ y Muslim Vibe

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Mondoweiss el 22 de Agosto de 2019.