Los palestinos desplazados y su lengua de exilio

Por Ramzy Baroud para Arab News

Tumba del poeta palestino Mahmoud Darwish en el Museo de Mahmoud Darwish en la Ciudad de Ramallah. [Rawan Nassrallah/Creative Commons]

Para los palestinos, el exilio no es simplemente el acto físico de ser sacados de sus hogares y negarles la oportunidad de regresar. Tampoco es un tema casual relacionado con la política y el derecho internacional. Ni una noción etérea, un sentimiento o un verso poético. Es todo esto combinado.

La muerte en Ammán la semana pasada del poeta palestino Mourid Barghouti, un intelectual cuyo trabajo estuvo intrínsecamente vinculado al exilio, trajo de vuelta a la superficie muchas preguntas existenciales: ¿Están los palestinos destinados al exilio? ¿Puede haber un remedio para este tormento perpetuo? ¿Es la justicia una meta tangible y alcanzable?

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Barghouti nació en 1944 en Deir Ghassana, cerca de Ramallah. Su viaje en el exilio comenzó en 1967 y terminó, aunque temporalmente, 30 años después. Sus memorias I saw Ramallah (Vi Ramallah), publicadas en 1997, fueron el intento de un hombre exiliado de dar sentido a su identidad, que había sido formulada dentro de muchos espacios físicos, conflictos y aeropuertos diferentes. Mientras que, de alguna manera, el palestino en Barghouti permaneció intacto, la suya era una identidad única que solo puede ser comprendida por aquellos que experimentaron, hasta cierto punto, los apremiantes sentimientos de ‘ghurba’ (distanciamiento) o ‘shataat’ (dislocación).

En sus memorias, que fueron traducidas al inglés en 2000 por el aclamado autor egipcio Ahdaf Soueif, escribió: “Traté de poner el desplazamiento entre paréntesis, para poner un último punto en una larga oración de la tristeza de la historia… Pero no veo nada más que comas. Quiero coser los tiempos. Quiero unir un momento a otro, unir la infancia a la edad, unir el presente al ausente y todos los presentes a todas las ausencias, unir exiliados a la patria y unir lo que imaginé a lo que veo ahora”.

Aquellos familiarizados con la rica y compleja literatura palestina del exilio pueden relacionar la referencia de Barghouti – lo que uno imagina versus lo que uno ve – con la escritura de otros intelectuales que sufrieron el dolor del exilio. Ghassan Kanafani y Majed Abu Sharar, junto con muchos otros, escribieron sobre ese mismo conflicto. Sus muertes, o más bien asesinatos, en el exilio llevaron sus viajes filosóficos a un abrupto final.

En el poema seminal de Mahmoud Darwish Who Am I, Without Exile (Quién soy yo sin exilio), el fallecido poeta palestino preguntó, sabiendo que nunca puede haber una respuesta convincente: «¿Qué haremos sin el exilio?» Es como si el ghurba se hubiera convertido en parte integral del carácter colectivo de una nación y fuera ahora un tatuaje permanente en los corazones y las almas de los palestinos en todas partes. “Un extraño en la orilla del río, como el río… el agua me une a tu nombre. Nada me trae de mi lejanía a mi palmera: ni la paz ni la guerra. Nada me hace entrar en los evangelios. Nada”, escribió Darwish.

La imposibilidad de volver a estar entero otra vez, que se expresaba en la poesía de Darwish y Barghouti, era una reverberación de la descripción de Kanafani de una Palestina tan angustiosamente cercana como lejana. «¿Qué es una patria? ¿Son estas dos sillas que permanecieron en esta sala durante veinte años? ¿La mesa? ¿Plumas de pavo real? ¿La imagen de Jerusalén en la pared? ¿La cerradura de cobre? ¿El roble? ¿El balcón? ¿Qué es una patria? Solo estoy preguntando», cuestiona Kanafani en Returning to Haifa (Regresando a Haifa)

Pero no puede haber respuestas porque, cuando el exilio excede un cierto punto racional de espera de algún tipo de justicia que facilite el regreso, ya no puede ser articulado, retransmitido ni siquiera plenamente comprendido. Es el precipicio metafórico entre la vida y la muerte: ‘vida’ como en el deseo ardiente de reencontrarse con el uno mismo anterior y ‘muerte’ como sabiendo que, sin una patria, uno es un paria perpetuo – física, política, legal, intelectualmente y en cualquier otra forma.

“En mi desesperación recuerdo que hay vida después de la muerte… Pero yo pregunto: ay, Dios mío, ¿hay vida antes de la muerte?”, escribió Barghouti en su poema I have no problem (No tengo ningún problema).

Si bien el peso aplastante del exilio no es exclusivo de los palestinos, el exilio palestino es único. A lo largo de todo el episodio de la ghurba palestina, desde los primeros días de la Nakba, la destrucción de la patria palestina, hasta hoy, el mundo permanece dividido entre la inacción, el olvido y la negativa a siquiera reconocer la injusticia que cayó sobre el pueblo palestino.

A pesar de, o quizás debido a, su exilio durante décadas, Barghouti no participó en discusiones ineficaces sobre los legítimos dueños de Palestina, «porque no perdimos Palestina en un debate, la perdimos por la fuerza». En sus memorias escribió: “Cuando éramos Palestina, no teníamos miedo de los judíos. No los odiábamos, no los hicimos un enemigo. La Europa de la Edad Media los odiaba, pero no nosotros. Ferdinand e Isabella los odiaban, pero no nosotros. Hitler los odiaba, pero no nosotros. Pero cuando tomaron todo nuestro espacio y nos exiliaron de él, nos pusieron a nosotros y a ellos mismos fuera de la ley de igualdad”.

De hecho, el odio rara vez influye en el trabajo de Barghouti – o Darwish, Kanafani, Abu Sharar y muchos otros – porque el dolor del exilio, que es tan poderoso, tan omnipresente, requiere que uno reevalúe su relación con la patria a través de un relación emocional que solo se puede sostener a través de energía positiva, amor, profunda tristeza y anhelo.

«Palestina es algo por lo que vale la pena que un hombre porte armas, por lo que vale la pena morir. Para nosotros, para vos y para mí, es solo una búsqueda de algo enterrado bajo el polvo de los recuerdos. Y mirá lo que encontramos debajo de ese polvo. Aún más polvo. Nos equivocamos cuando pensamos que la patria era solo el pasado”, escribió Kanafani

Millones de palestinos continúan viviendo en el exilio, generación tras generación, negociando minuciosamente sus identidades individuales y colectivas, sin poder regresar ni sentirse verdaderamente completos. Estos millones merecen ejercer su derecho al retorno, que sus voces sean escuchadas e incluidas. Pero incluso cuando los palestinos puedan finalmente terminar con su exilio físico, lo más probable es que, durante generaciones, sigan apegados a él. «No sé lo que quiero. El exilio es tan fuerte dentro de mí que podría llevarlo a la tierra”, dijo Darwish una vez.

También en Barghouti, el exilio fue «muy fuerte». A pesar de que luchó por acabar con él, se convirtió en él. Se convirtió en nosotros.

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Ramzy Baroud es Doctor en Estudios Palestinos por la Universidad de Exeter e investigador asociado del Centro por el Islam y Asuntos Globales de la Universidad Zaim de Estambul y el Centro Afro-Medio Oriente de Johannesburgo. Es periodista y editor de The Palestine Chronicle. Además fue editor en jefe de Middle East Eye y The Brunei Times y jefe de redacción adjunto de Al Jazeera Online.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Arab News el 22 de febrero de 2021.

La identidad como narrativa: relatos y autoconstrucción después de la Primavera Árabe

Por Wendy Pearlman para Al Jumhuriya

Diseño con siluetas en negro y amarillo sobre fondo verde. [Autor/a desconocido/a/ Imagen aportada por Al Jumhuriya]

Nota de Editor: Este artículo es el octavo de una serie publicada en colaboración con Mada Masr para conmemorar el décimo aniversario de la revolución egipcia. También está disponible en árabe.]

¿Qué significa la Primavera Árabe para quienes la vivieron? Diez años es insuficiente para sacar conclusiones sobre este desarrollo aún en curso. Una forma de abordarlo, sin embargo, es a través de lo que los psicólogos de la investigación denominan ‘identidad narrativa’. La teoría de la identidad narrativa propone que las personas llegan a ser quienes son a medida que se ubican a sí mismos en historias. Desde este punto de vista, las narrativas personales sobre los levantamientos árabes son actos, no simplemente de recuerdo, sino también de autodefinición dinámica. Es a través de tal narración que los individuos responden activa y continuamente a la pregunta: ‘¿quién soy yo?’

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Conceptualizar la identidad como una narrativa ofrece una alternativa útil. Ésta visión se contrapone a las tendencias convencionales para equiparar la identidad con la pertenencia a un grupo social, o con características como la etnia, la religión o la nación. Por el contrario, un enfoque narrativo trata la identidad como un proceso continuo. Para citar a la psicóloga Monisha Pasupathi, «la identidad no es algo que las personas construyen y luego poseen, sino que […] es un problema que debe resolverse de manera continua a lo largo de la vida de los individuos”. Centrarse en la narrativa, también discute con aquellos que argumentan que el propósito principal de la identidad es la necesidad de los humanos de separarse a sí mismos y a los demás en grupos de amigos y grupos externos de enemigos. Entender la identidad como la historia en evolución que la gente cuenta sobre sí misma insiste en cambio en que la función principal de la identidad es la creación de significado.

Para ilustrar la utilidad de este enfoque, me basaré en mi proyecto en curso en el que entrevisté a cientos de refugiados y migrantes sirios alrededor del mundo. Breves extractos de tres entrevistas abordan tres esferas principales de la experiencia que millones de sirios atravesaron desde 2011. Cada ejemplo ofrece una idea de cómo el pensamiento de uno sobre el propio pasado contribuye a construir la identidad en el presente. Por lo tanto, señala cómo recordar la Primavera Árabe sigue siendo una parte dinámica de la formación de la identidad, diez años después.

La primera experiencia es la protesta. Aquí, Sara recuerda haber decidido participar en una manifestación por primera vez:

“Me detuve en la puerta y me pregunté: ¿Estás lista para soportar las consecuencias o no? (…) Te ponés del lado de tu gente. Estás defendiéndote a vos misma, porque sos parte de esas personas (…) Antes de eso, te sentías rota. Siempre decías ‘sí’. Esta fue la primera vez que dijiste ‘no’. (…) Esa primera manifestación fue el evento más hermoso de mi vida. Fue como el día en que nací (…). Lo más importante en esta etapa es proteger la última esperanza que le queda a la gente (…) y recuperar la confianza en nosotros mismos. Confianza en que todavía podemos decir ‘No’ y que, en algún momento, triunfaremos”.

En el relato de Sara, la disidencia es fundamental para su sentido de sí misma posterior a 2011. Esto se refleja en la idea de que su primera manifestación fue similar a un renacimiento. La esencia de su nueva identidad es su capacidad para rechazar un sistema brutal y corrupto. Los últimos diez años golpearon su optimismo sobre las perspectivas de derrotar ese sistema. Mientras conserve la capacidad de decir ‘no’, sin embargo, seguirá siendo la persona en la que se convirtió durante la Primavera Árabe.

La segunda experiencia es la represión. Aquí, Alaa reflexiona sobre su breve encarcelamiento por parte del régimen sirio:

“El segundo o tercer día, miré alrededor de la celda y pensé (…) que estas personas hallaban algún tipo de significado en la vida diaria. Esa es la explicación a la que llegué después de años de pensarlo. Hay un significado más profundo que encontrás en el sufrimiento. No suelo hablar de prisión. Pero estoy en un punto en el que debo hacerlo. Me doy cuenta de que tengo muchas creencias e ideas derivadas de esa muy corta experiencia (…). Ahora estoy en un lugar donde soy feliz. Pero no creo que el objetivo de la vida sea perseguir la felicidad. Es perseguir un significado. Hay un significado en la familia. Hay un significado en el amor. Personalmente, considero que la responsabilidad es muy significativa. Ya sea en mi carrera o simplemente hablando con un amigo que está pasando por un momento difícil.”

Para Alaa, sufrir la violencia estatal durante la Primavera Árabe es un punto de inflexión en su despertar hacia un nuevo sentido de propósito. El mismo proceso de narrar esa experiencia lo ayuda a entenderla de nuevas formas. Esa comprensión, a su vez, es parte integral de quién es y lo que hace, tanto en lo grande como en lo pequeño.

La tercera experiencia es el desplazamiento. En este caso, Medea considera la huella de 2011 en la manera en que está navegando el exilio:

“Me convertí en quien soy a causa de la revolución. Me hizo una mejor persona. Antes era un poco conservadora. Solo interesada en cosas pequeñas. Limitada. Homofóbica. Sin esta revolución, iba a ser ama de casa en Homs, criar a mi hija para que se preocupara por su belleza y encontrar un marido rico. Ahora, cuando mi hija me pide mi opinión, le digo: sos libre. Intento enseñarle a mi hija: Nunca juzgues. Especialmente en Berlín. En Berlín podés ser vos misma (…) Me sentí en casa dos veces en mi vida. En Homs, cuando empezó la revolución. Y acá en Berlín.”

Medea aprecia Berlín no porque de alguna manera la haya liberado, al contrario de lo que podrían creer algunos europeos o norteamericanos. Más bien, porque Berlín ofrece un espacio donde puede encarnar la misma libertad y autenticidad que descubrió en la revolución siria. La Primavera Árabe la ayudó a ser la persona que es, y sigue viva en quien está criando en su hija.

Estas son solo tres imágenes entre innumerables ejemplos en todos los medios imaginables en los que las personas transformadas por la Primavera Árabe dan voz a sus experiencias. Muestran cómo las revoluciones continúan propagándose no solo a través de los macroprocesos que rehacen la política en Medio Oriente, sino también de las micropolíticas de los individuos que se abren camino en el mundo. También sugieren que contar su historia es nada menos que formar su propia identidad e insistir en el derecho a hacerlo. Y ese sigue siendo uno de los mayores legados de 2011, diez años después.

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Wendy Pearlman es Doctora por la Universidad de Harvard y Profesora de Ciencia Política en la Universidad de Northwestern Union. Su investigación se enfoca en políticas comparadas de Medio Oriente, movimientos sociales, violencia política, refugiados y migración, emociones y movilización y el conflicto árabe-israelí. Es autora de cuatro libros y numerosos artículos académicos.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Al Jumhuriya el 10 de febrero de 2021.

Los 10 mejores libros de Medio Oriente de 2020

Por la Editora para Pink Jinn

Imagen de un libro abierto con luces. [Autoría desconocida/Aportada por Pink Jinn]

Si bien muchas cosas se paralizaron durante gran parte de 2020, la industria editorial, afortunadamente, ¡no fue una de ellas! Este año se publicó una serie de brillantes nuevos libros que centrados en Medio Oriente, que era exactamente lo que muchos de nosotros necesitábamos para mantenernos entretenidos y conectados con el mundo exterior durante las cuarentenas y las restricciones de viaje.

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En esta lista encontrarás 10 nuevos libros enfocados en Medio Oriente, incluyendo libros de cocina, memorias de vida, aventuras y migraciones, análisis políticos y joyas filosóficas. Si estás interesado en Medio Oriente o buscás comprender más profundamente la compleja política y las ricas culturas de la región, esta lista es una excelente guía. Si no los devoraste ya, definitivamente querrás agregar todos estos libros a tu lista de lectura para 2021.

Black Wave: Saudi Arabia, Iran and the Rivalry That Unravelled the Middle East (Ola Negra: Arabia Saudita, Irán y la Rivalidad que desentraña a Medio Oriente) – Kim Ghattas, enero de 2020

Temas: Historia, Política, Arabia Saudita, Irán

Black Wave fue anunciado por periodistas y observadores de Medio Oriente desde su oportuna publicación en enero, poco después del asesinato del General Mayor iraní Qassem Soleimani por Estados Unidos en Bagdad. Cuenta la historia de Medio Oriente desde la crucial revolución iraní en 1979, deconstruyendo la rivalidad regional, frecuentemente incomprendida, entre el Reino de Arabia Saudita y la República Islámica de Irán.

Ghattas rastrea de manera experta la historia del conflicto, la intolerancia y el extremismo violento en la región, explorando cómo la competencia saudí-iraní por la hegemonía regional alimentó estas dinámicas peligrosas y a menudo mortales en todo Medio Oriente.

Fraternal Enemies: Israel and the Gulf Monarchies (Enemigos fraternos: Israel y las monarquías del Golfo) – Clive Jones y Yoel Guzansky, enero de 2020

Temas: Geopolítica, Israel, Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCEAG)

Este libro no podría haber llegado en un mejor momento, siendo que el panorama de las relaciones internacionales en Medio Oriente continúa cambiando, al menos en apariencia. Jones y Guzansky ofrecen un oportuno relato de las relaciones entre Israel y las monarquías del Golfo desde los Acuerdos de Oslo, detallando la cooperación que existió detrás de escena durante muchos años a pesar de la falta de relaciones diplomáticas formales. Una lectura esencial para aquellos que intentan entender el significado de la normalización y los Acuerdos de Abraham.

Correspondents (Corresponsales) – Tim Murphy, enero de 2020

Temas: Irak, política, migración

Correspondents es una novela apasionante que sigue la historia de la libanesa-estadounidense Rita Khoury, que aprende árabe y se va a trabajar como corresponsal extranjera en Irak después de la invasión estadounidense en 2003. Rastreando continentes y generaciones, Correspondents desafía cómo entendemos el mundo, destacando problemas como la inmigración, la guerra, la violencia y la identidad.

Falastin: A Cookbook (Falastin: Un libro de cocina) – Sami Tamimi y Tara Wigley, marzo de 2020

Temas: Comida, Palestina

Oda a su tierra natal, Falastin es un glorioso libro de cocina palestina de Tara Wigley y Sami Tamimi, quien creció en Jerusalén del Este y fue coautor del aclamado libro de cocina Ottolenghi con Yotam Ottolenghi. Tamimi y Wigley describen a Falastin como «una carta de amor a casa», que presenta recetas e historias de la mesa palestina.

Tamimi y Wigley trabajaron con varios chefs palestinos para desarrollar el libro, que esperan cuente las historias de estas personas y del pueblo palestino a través de su comida.

The Land Beyond: A Thousand Miles on Foot Through the Heart of the Middle East (La tierra más allá: mil millas a pie por el corazón de Medio Oriente) (Versión de bolsillo) – Leon McCarron, agosto de 2020

Temas: Política, cultura, empatía

The Land Beyond son las memorias de Leon McCarron de su viaje a pie por Medio Oriente, escuchando las historias de personas que viven en algunas de las regiones más disputadas del mundo y dando testimonio de la geopolítica cambiante de la región. El empático relato de McCarron, publicado en papel en el 2020, trata menos de política que de personas, enfatizando nuestra humanidad común y contando las historias humanas de las personas detrás de los titulares. Es exactamente lo que necesitamos en este momento, en esta extraña era de división y aislamiento para dar esperanza y recordarnos lo que es importante.

The Prophet (El profeta) – Khalil Gibran (nueva edición ilustrada de Penguin Classics en tapa dura), agosto de 2020

Temas: Filosofía

Publicado por primera vez en la década de 1920, The Prophet es quizás la obra de ficción religiosa más famosa del siglo XX y vendió millones de copias en más de veinte idiomas. The Prophet, de Gibran, habla de muchas cosas fundamentales para la vida diaria: el amor, el matrimonio, la muerte, la belleza, la pasión, la comida, el trabajo y el juego. El mensaje espiritual que imparte, de encontrar la divinidad a través del amor, combina el misticismo oriental, la fe religiosa y la filosofía con un consejos simples.

En 2020, Penguin Classics lanzó una nueva edición de tapa dura con un prólogo de Rupi Kaur; si no lo leíste antes, no te pierdas esta hermosa nueva edición.

How to Stay Sane in an Age of Division (Cómo mantenerse cuerdo en una era de división) – Elif Shafak, agosto de 2020

Temas: Filosofía, Política

2020 fue un año de intensa lucha, ansiedad y división en todo el mundo. El reciente libro del novelista y activista turco Elif Shafak es el antídoto perfecto. En este poderoso y edificante pedido de optimismo consciente, Shafak, nominada al Premio Booker, se basa en sus propios recuerdos y ahonda en el poder de las historias para unirnos. En el proceso, revela cómo escucharnos unos a otros puede alimentar la democracia, la empatía y nuestra fe en un futuro más amable y sabio.

On All Fronts: The Education of a Journalist (En todos los frentes: La educación de un periodista) – Clarissa Ward, septiembre de 2020

Temas: Política, periodismo

Desde Rusia hasta China y Siria, la carrera de Clarissa Ward como reportera de guerra galardonada la llevó alrededor del mundo. En sus memorias, On All Fronts, Ward teje las historias individuales de las personas que conoció en la historia más amplia del mundo cambiante que presenció desde la primera línea. Su profunda empatía y matices hacen al libro sea profundamente fascinante e inmensamente legible.

Blood and Oil: Mohammed bin Salman’s Ruthless Quest for Global Power (Sangre y aceite: la implacable búsqueda de poder global de Mohammed bin Salman) – Bradley Hope y Justin Sheck, septiembre de 2020

Temas: Política, Economía, Arabia Saudita

Esta publicación reciente ofrece un relato del ascenso al poder del Príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman (MBS), tras su viaje desde ser un príncipe relativamente desconocido en una familia real de miles hasta convertirse en una de las figuras más poderosas y controvertidas del mundo.

En Blood and Oil, Hope y Sheck, ambos reporteros del Wall Street Journal, siguen al dinero. Persiguen los rastros de los petrodólares y las redes de patrocinio que ayudan a contar la notable y, a veces, escalofriante historia de cómo MBS está transformando Arabia Saudita y dejando su huella en el mundo.

You Exist Too Much (Existís demasiado) – Zeina Arafat, noviembre de 2020

Temas: Palestina, identidad, amor

La provocadora novela de Zeina Arafat sigue el viaje de una niña palestino-estadounidense mientras descubre su identidad, creatividad y sexualidad. Las palabras de su madre: «Existís demasiado», pronunciadas cuando ella reconoció que era queer, resuenan en todo momento mientras la protagonista empuja los límites establecidos por su identidad cultural, religiosa y de género y forja su propio camino.

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N.d.T.: El artículo original fue publicado por Pink Jinn el 31 de diciembre de 2020.

Un líder ejemplar: Tawfiq Zayyad y la lucha palestina

Por Naim Mousa para Modoweiss

Tawfiq Zayyad dando un discurso tras el hundimiento del Sol Phryne en 1988 mientras intentaba llevar palestinos deportados de vuelta a sus hogares. [Fuente desconocida/Foto cortesía de Naila Zayyad]

EL OPTIMISTA

Una biografía social de Tawfiq Zayyad

por Tamir Sorek

264 pp., Stanford University Press.

Para muchos, incluído yo mismo, la septuagenaria ocupación israelí simplemente rompió la determinación y confianza del pueblo palestino en el sueño de una solución justa que reconozca los derechos inalienables de los palestinos e israelíes. Las últimas dos décadas fueron especialmente pesimistas con respecto a esa visión, debido al triunfo de la plataforma política y el gobierno de extrema derecha de Benjamin Netanyahu, el cual aparentemente borró todas y cada una de las posibilidades para el goce de los derechos y la justicia por parte de los palestinos.

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Para los ciudadanos palestinos de Israel (también conocidos como árabes del 48) como yo, la lucha palestina fue una cuestión especialmente desorientadora dado el estatus que se nos impuso el gobierno israelí. Nuestra mera existencia está llena de contradicciones y dilemas, un escenario que nos puede alienar del proceso de paz e incluso de otros palestinos y árabes en Cisjordania, Gaza y la diáspora.

Sin embargo, encontré una respuesta a nuestro dilema. De hecho, no es una respuesta nueva, ya se propuso y nos lideró durante décadas. Y no es un eso, sino un él: Tawfiq Zayyad.

En su último libro The Optimist: A Social Biography of Tawfiq Zayyad (El Optimista: una biografía social de Tawfiq Zayyad), Tamir Sorek, un profesor de sociología de la Universidad de Florida, presenta una exploración profunda y sin precedentes de la vida y obra de Tawfiq Zayyad; uno de los más distinguidos poetas y líderes palestinos. Zayyad, nació en 1929, fue un líder comunista comprometido y una figura política dominante dentro de Israel que encarnó la lucha de los ciudadanos palestinos de Israel, sin dejar de estar comprometido con la lucha y la unidad palestina en el sentido más amplio. Sin embargo, se podría decir que, más que nada, fue un optimista; nunca abandonando su visión de una paz justa entre palestinos e israelíes.

Sorek y sus asistentes de investigación, Nareeman Jamal y Miad Hasan, no dejaron piedra sin mover durante su investigación sobre Zayyad y el impacto irreversible que tuvo en la lucha palestina y la política israelí.

El libro comienza con el activismo de un joven Zayyad durante la década de 1950, cuando desafiaba a la ocupación israelí y el hostil gobierno militar bajo el cual vivían los palestinos-israelíes. Su inquebrantable convicción en lo que creía, más tarde se convertiría en parte inseparable de su personalidad y activismo político.

Uno de los ejemplos más tempranos, y posiblemente más significativos, de su tenaz carácter se puede ver en uno de los «episodios más conocidos de su vida y un punto de referencia futura» (Sorek, 2020, p. 61):  su brutal tortura en la prisión israelí de Tiberíades, a la cual fue enviado tras dar un discurso en Arraba contra el trato inmoral del gobierno israelí a los palestinos de Galilea. Sorek entra en detalles extremos con respecto a la horrenda tortura que experimentó Zayyad, así como a los simples, pero poderosos, actos de desafío.

“Cuando se sentó en un banco, un guardia de la prisión le ordenó que se pusiera de pie, pero él se negó, y dos guardias lo obligaron a pararse mientras lo insultaban. Luego lo enviaron directamente a un confinamiento solitario. Por la noche, a Zayyad le sirvieron una cena de pan y agua que no aceptó” (Sorek, 2020, p. 58). Los guardias lo torturaron y golpearon hasta dejarlo inconsciente. Luego, lo despertaron tirándole agua. Este ciclo se repitió varias veces durante su estadía en la prisión. La tortura de Zayyad en la prisión de Tiberíades dejó una marca importante en él y con frecuencia utilizó su experiencia para movilizar a los ciudadanos palestinos de Israel.

Sorek dedica una parte importante del libro a la poesía de Zayyad. Antes de su vida como político en la Knéset, Zayyad fue un renombrado poeta y conocido por su ‘poesía de protesta’. Zayyad se distinguió como poeta por los poemas revolucionarios que escribió, y su impacto en los palestinos tanto dentro de Israel como en Cisjordania y Gaza, así como a árabes de otros países. Su poesía fue reconocida y elogiada por algunos de los poetas árabes más importantes de la época, incluidos Mahmoud Darwish, Ghassan Kanafani y Muhammad Ali Taha.

En su ensayo titulado “Resistance Literature in Occupied Palestine 1948–1966” (Literatura de resistencia en la Palestina ocupada 1948-1966), Kanafani ‘coronó’ a Tawfiq Zayyad junto a Salim Jubran, Mahmoud Darwish y Samih Al Qasim como los ‘poetas de la resistencia’ entre los palestinos-israelíes. Sorek inserta con elegancia innumerables extractos de los poemas de Zayyad a lo largo del libro, fundamentando constantemente los eventos y episodios discutidos en el libro con la poesía de Zayyad.

Además de los notables logros de Zayyad como poeta, Sorek también habla extensamente de sus logros políticos. Uno de los logros más importantes de Zayyad fue liderar con éxito la huelga nacional del 30 de marzo de 1976, para reclamar por la confiscación israelí de tierras palestinas, fecha la cual ahora se conmemora anualmente como el Día de la Tierra. Cuando el gobierno israelí intentó detener la huelga reuniéndose con los alcaldes de las ciudades palestinas en Israel, Zayyad señaló a la multitud de cientos de personas que se reunieron fuera del edificio en apoyo de la huelga y dijo: «ustedes no deciden si esta huelga sucede, ¡ellos lo hacen!». Tal creencia en el poder de las masas, y la lucha de clases, está profundamente arraigada en la profunda adherencia a la ideología comunista de Zayyad.

Zayyad se desempeñó como alcalde de Nazaret, la ciudad palestina más grande de Israel, y fue miembro de la Knéset por el partido comunista Rakah (luego rebautizado como Hadash). Como alcalde, dirigió y abogó por el establecimiento de la marcha anual del Primero de Mayo, oportunidad en la que daba un discurso a miles de ciudadanos palestinos-israelíes, donde frecuentemente incorporaba su poesía a los discursos. Sin embargo, la «joya de la movilización pública», como lo pone Sorek, eran los campamentos de trabajo anuales que organizaba en Nazaret que pasaban por encima el recorte de financiamiento israelí del municipio y, literalmente, construyeron barrios enteros en Nazaret. Los campamentos atrajeron a decenas de miles de voluntarios de todo Israel, Cisjordania e incluso países de Europa oriental.

En el frente nacional, Sorek explica que Zayyad durante su mandato en la Knéset fue implacable en su búsqueda de los derechos palestinos tanto para los ciudadanos palestinos de Israel como para los que vivían bajo ocupación. La actitud honesta pero feroz de Zayyad, y su negativa a guardar silencio sobre las injusticias cometidas contra el pueblo palestino, lo llevaron a ser despreciado por los miembros sionistas de la Knéset. Los enfrentamientos eran frecuentes e intensos.

Sin embargo, Zayyad nunca se echó atrás y nunca dudó en gritarle a los diputados racistas con quienes compartía el piso de la Knéset lo que pueden leer a continuación. Como Sorek lo expresa perfectamente, “En uno de los momentos más memorables en la historia de la Knéset, Zayyad gritó con voz ahogada a un grupo de diputados de derecha: ‘Ustedes son la derecha loca’, y luego señalando al diputado Zeevi [un ex general que pidió explícitamente un ‘traslado’ de la población árabe del país], ‘y estas son tus pelotas, te tengo agarrado de las pelotas’” (Sorek, 2020, p. 264).

Los comentarios precedentes de Zayyad se hicieron a la sombra de lo que sin duda es su mayor logro en la política nacional de Israel. Zayyad lideró a los partidos árabes en la Knéset para brindar apoyo a la coalición gubernamental de Yitzhak Rabin y los Acuerdos de Oslo, formar un ‘bloque de obstrucción’ para evitar el colapso del bloque pro-paz y de izquierda liderado por Rabin, y evitar el establecimiento de un gobierno de derecha. Sin embargo, Zayyad no sólo apoyó al gobierno de Rabin sin nada a cambio. En su típica e inquebrantable postura, le dio una extensa lista de demandas a Rabin a cambio de su apoyo. El liderazgo de Zayyad llevó a los ciudadanos palestinos-israelíes a ejercer un poder sin precedentes en la Knéset, el cual utilizó para abogar por todos los palestinos.

Un punto importante que resalta Sorek en el libro es que Zayyad y el comunismo son inseparables. La visión de Zayyad estaba firmemente arraigada en la solidaridad de clase, el anticolonialismo y el cosmopolitismo. Además, Zayyad no tuvo reparos en defender sus puntos de vista, incluso cuando tuviera que retar a Gamal Abdel Nasser en 1959, el líder árabe más popular de ese momento y hasta la actualidad, por adoptar una postura anticomunista. La firme creencia de Zayyad en la ideología marxista moldeó su visión de una reconciliación justa palestino-israelí y la proveyó de un optimismo constante respecto de una asociación palestino-judía. “Buscó puentes con los judíos israelíes debido a su creencia en una humanidad compartida; una afiliación de clase compartida” (Sorek, 2020, p. 282).

Además, Sorek con frecuencia destaca la capacidad de Zayyad para equilibrar la ideología con el pragmatismo. Sabía cómo equilibrar su creencia en la liberación palestina, mientras al mismo tiempo jugaba dentro de las fronteras y limitaciones de ser un ciudadano israelí. Un poderoso ejemplo que Sorek presenta se da en el campo de trabajo de 1980 en Nazaret, cuando los voluntarios de Nablus y Ramallah trajeron e izaron banderas palestinas. “En la ceremonia de apertura tres voluntarios de Cisjordania ondeaban una bandera palestina, prohibida ese mismo año por el gobierno israelí, frente a un contingente visible de la policía israelí.

Al respecto, el periodista israelí David Halevi presente en el evento escribió lo que sigue: “Zayyad abandona el escenario, corre entre los asientos, salta sobre las personas que se interponen en su camino y desaparece entre la multitud que rodeaba a la bandera. Después de un minuto, y tras una fuerte discusión, se marcha con la bandera. Con mucha gentileza y respeto, dobla la bandera y se la alcanza a un acomodador que la retira del lugar”. (Sorek, 2020, p. 188).

Las acciones de Zayyad, quitar la bandera y doblarla respetuosa y suavemente, son un evidente reflejo de este enfoque pragmático de la lucha palestina. Como dice Sorek, Zayyad reconoció “la importancia de la solidaridad palestina y la valoración de sus símbolos, mientras también declaraba: hay tiempo y lugar para cada declaración simbólica, y uno debe considerar las implicaciones prácticas de cada movimiento” (Sorek, 2020, p. 189).

El título del libro, El Optimista, está bien elegido. A lo largo del libro, Sorek deja perfectamente claro que, más allá de las circunstancias, Zayyad siempre fue optimista sobre la realización de los derechos palestinos, la paz y su creencia en el progreso de la humanidad hacia un futuro más justo y próspero. Zayyad dirigió a los ciudadanos palestinos israelíes en un momento en que no sabían qué hacer e incluso quiénes eran. Zayyad les dio energía e inculcó un sentido de orgullo y patriotismo en su identidad palestina, teniendo al mismo tiempo sus brazos abiertos a la asociación judía con la esperanza de una paz justa.

El Optimista de Tamir Sorek es una lectura obligada. Leer la historia de la vida y el trabajo de Tawfiq Zayyad es especialmente importante. Mientras escribo esto en el vigésimo aniversario de los eventos de octubre de 2000, los cuales tuvieron lugar 6 años después de la prematura muerte de Zayyad, y donde 12 ciudadanos palestinos-israelíes y 1 palestino de Gaza fueron asesinados por la policía israelí durante una dura represión contra las manifestaciones, no puedo evitar reflexionar sobre la visión y el enfoque de Zayyad frente a la lucha palestina. La respuesta a nuestra lucha ha estado frente a nosotros todo el tiempo.

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Naim Mousa es Licenciado en Ciencia Política y Gobierno y Ciencias de la Computación por la Universidad de Nueva York, y coordinador del Centro Mossawa.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Mondoweiss el 1ro de octubre de 2020.

¿Qué significa realmente ser musulmán? La identidad religiosa frente a la étnica

Por Khaled Diab para The New Arab

¿Ser musulmán tiene que ver con la fe? o ¿Es social o político? [Getty]

El Islam es claramente una religión. Las personas pueden estar en desacuerdo apasionadamente sobre la naturaleza de esta fe, la validez de las diversas escuelas jurídicas y sectas, o lo que es o no es ‘islámico’. Sin embargo, existe un consenso general de que el Islam es un sistema de creencias. Pero, ¿se aplica el mismo enfoque sobre lo que es ser musulmán? ¿Ser musulmán tiene que ver con la fe? ¿Es social o político? ¿Se trata de cultura? Estas son las preguntas que me plantee en numerosas ocasiones a lo largo de los años.

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Recientemente, realicé una encuesta no científica en Twitter para tener una idea de lo que la gente consideraba como el pilar central de la identidad musulmana. También busqué opiniones entre amigos de Facebook. Incluso, pregunté si ser ‘musulmán’ se basaba en las creencias personales, o si era una forma de identidad étnica, o ambas.

Como era de esperar, una clara mayoría (63%) estaba convencida de que ser musulmán es exclusiva, o principalmente, una cuestión de fe. De hecho, de eso mismo se trataba originalmente el Islam. Se suponía que los primeros seguidores de Muhammad eran creyentes apasionados y, durante generaciones, la conversión fue probablemente la principal fuente de crecimiento de la población musulmana.

Por supuesto, en la actualidad existen conversos en la comunidad musulmana, pero constituyen una minoría insignificante del total. Según el Centro de Investigación Pew,  se estima que solo 500.000 personas se convirtieron al Islam entre 2010 y 2015 (0,3% del crecimiento de la población musulmana mundial), al tiempo que arrojó resultados más que reveladores sobre por qué el Islam es la religión de más rápido crecimiento.

Aunque el Corán critica la idea de transmitir la fe, esto se debe a que la noción de religión como identidad hereditaria era una práctica normal en toda la región durante el periodo preislámico, y se extendió a la era islámica, según el profesor asistente de derecho islámico en Universidad McGill, Ahmed Fekry Ibrahim. “La mayoría de las religiones, especialmente desde la Era Axial, y en el contexto de religiones universalistas, crearon marcadores culturales y étnicos de identificación», agregó el mismo profesor. 

Sin embargo, hoy vivimos en una situación donde la abrumadora mayoría de musulmanes de todo el mundo nacieron en la fe y dichas sociedades los etiqueta como ‘musulmanes’ mucho antes de que puedan tomar cualquier tipo de decisión informada por sí mismos. Y cuando se trata de la población adulta, tenemos poca o ninguna información sobre lo que realmente creen los 1.800 millones de musulmanes, y cuántos efectivamente son practicantes de la fe.

Si ser musulmán es realmente una cuestión de fe, entonces debería ser una prioridad averiguar exactamente lo que cada uno cree, sin coerción, antes de hacer un recuento (ocurre lo mismo con otras religiones). En ausencia de esto, etiquetar a estos cientos de millones de personas como musulmanes es por lo menos presuntuoso, incluso si la mayoría resulta ser fervientemente creyente. También significa que la creencia real es secundaria, o incluso irrelevante, a la pertenencia a esta ‘tribu’ global como es, por ejemplo, el caso del cristianismo.

Esto significa que ser ‘musulmán’ funciona, en mi opinión, como una categoría ‘étnica’ de facto, o una super-etnia. En esta etapa, debo señalar que no creo que el Islam deba formar la base de ningún tipo de identidad étnica, y tampoco lo encuentro deseable. Simplemente estoy describiendo un hecho que prevalece en todo el mundo. Mi afirmación provocó un acalorado debate digital. “Dejen de intentar judaizar el Islam con estas tonterías etno-religiosas”, afirmó un crítico en términos inequívocos.

Pero no veo ninguna diferencia fundamental o radical entre cómo el islam y el judaísmo se transmiten de una generación a la siguiente, excepto que se cree que uno es en gran parte patrilineal y el otro matrilineal. La única diferencia real entre el islam y el judaísmo son los problemas de conversión y el proselitismo, los cuales son considerablemente menos comunes en el judaísmo moderno, aunque están lejos de ser extraños. Sin embargo, donde los musulmanes son minoría su identidad se percibe, al igual que la de los judíos, como predominante ‘étnica’. Este es el caso de los llamados ‘moros’ en Sri Lanka.

Del mismo modo, los miembros más seculares de la Liga Musulmana anterior a la partición de la India tenía pocas dudas de que ‘musulmán’ era más un marcador étnico que religioso, y todos los musulmanes del sur de Asia compartían más entre sí, que con los no musulmanes de su propio Estado, región, idioma o grupo étnico.

«[El Islam y el Hinduismo] no son religiones en el sentido estricto de la palabra, sino que son, de hecho, diferentes y disimiles grupos sociales. Es un sueño que los hindúes y musulmanes puedan desarrollar una nacionalidad en común», afirmó Muhammad Ali Jinnah, fundador de Pakistán. De hecho, él agregaba que «Los musulmanes no son una minoría como se conoce y se entiende comúnmente…son una nación según cualquier definición del término, y deben tener su patria, su territorio y su estado».

Las poblaciones musulmanas más establecidas de Europa, a veces se auto-identificaban y eran reconocidas formalmente como una etnia. Por ejemplo, en la ex Yugoslavia. Paralelamente, son conocidas las extensas disputas en China sobre si sus minorías musulmanas eran una comunidad étnica o religiosa

Desafortunadamente, esta etnicización del Islam se está produciendo en Europa occidental y América. Ambos, lugares donde ser musulmán se usa a menudo como un marcador de origen más que como de fe. Pero cuando se trata de la suma de las poblaciones musulmanas en todo el mundo, la etiqueta ‘étnica’ se vuelve más ambigua y complicada de usar. “Hay cientos de etnias dentro del Islam”, observó un amigo, haciéndose eco de otros que se opusieron a designar musulmán como etiqueta ‘étnica’.

Algunos sugirieron que el hecho de que el Islam esté compuesto por muchas etnias locales genera una confusión al relacionar a los musulmanes con una especie de hiper-etnia. Esto, sin duda, causaría una confusión considerable. Algunos, argumentaron que se requería de un término alternativo una ¿Mega-etnia, quizás ? o como una pareja sugirió, ‘cultura musulmana’.

Pienso que ‘cultura musulmana’ es un gran término para aquellos que se identifican con la cultura islámica pero que no practican o no creen en la fe. También puede serlo para aquellos que pertenecen a una religión minoritaria en sociedades de mayoría musulmana, pero sienten una fuerte afinidad con la corriente cultural predominante.  “Los cristianos árabes son todos más o menos musulmanes; más por cultura que por fe», observa Liliane Daoud, una destacada personalidad de la televisión libanesa hija de progenitores cristiano y musulmán.

Igualmente, el término ‘cultura musulmana’ no capta el hecho de que el estatus de ‘musulmán’ no es sólo una etiqueta cultural. En muchos contextos islámicos, también es una categoría social, política, legal y jurisprudencial. Al mismo tiempo, una situación similar de etnicidad multidimensional afecta a otros marcadores étnicos ya aceptados. Por ejemplo, el ser ‘árabe’ se acepta como una etnia, aunque bajo este concepto basado en el idioma se encuentran una multitud de comunidades étnicas, nacionales, fenotípicas, religiosas y tribales.

Por lo demás, el argumento multiétnico también se aplica al judaísmo que también es una etiqueta general para numerosos grupos étnicos, incluidos mizrajíes, sefarditas y asquenazis, todos los cuales contienen numerosas sub-etnias que también incluye a poblaciones etíopes, indias, chinas y otras más. La única diferencia entre el concepto de ‘judío’ y ‘musulmán’ en el presente análisis es de magnitud, debido a la mayor cantidad de personas vinculadas al Islam. Describir a los musulmanes como una etnia «probablemente tenga consecuencias discursivas negativas, aunque no intencionadas, al reforzar conceptos ficticios como ‘raza/etnia’”, explica Farrah, una académica y amiga.

Por supuesto que soy consciente de los riesgos de mezclar religión con etnia o raza. Uno de los ejemplos más destructivos e infames de esto fueron las Leyes Raciales de Nuremberg. Allí, no se definió al judaísmo como una observancia religiosa cambiante, sino como una identidad biológica completamente fija que no podía modificarse ni borrarse mediante la conversión religiosa, o la completa asimilación cultural. 

Asimismo, los peores presentimientos en este aspecto están surgiendo en forma de un virulento antisemitismo y marcado por una creciente islamofobia que parece considerar a los musulmanes como monolíticos y amenazantes. Este es un tipo de categorización enmarcada en la demonización y esencialización colectiva, y la cual encontró espacio en las políticas de Donald Trump al imponer una prohibición de la inmigración desde los espacios musulmanes.

Sin embargo, al describir o no a los musulmanes como una etnia no se elimina el hecho de que con demasiada frecuencia éste opere como tal, y cause un perjuicio considerable. Numerosos países de mayoría musulmana, especialmente aquellos cuyas leyes individuales y familiares conservan una forma moderna del sistema clásico de ‘Millet’, codificaron al Islam como una sucesión hereditaria en sus leyes. Esto significa que se impone una fe a los jóvenes antes de que tengan la oportunidad de decidir por sí mismos, y se asignan ciertas convenciones a variados aspectos íntimos de sus vidas personales.

De la misma forma, las presunciones traen aparejadas varios prejuicios y colocan a los ciudadanos en un verdadero callejón sin salida. Muchos países de mayoría islámica hacen que sea difícil y, a menudo, imposible que las sujetos eliminen o cambien de religión en sus documentos de identidad. Algunos Estados incluso llegan al extremo de castigar penalmente a quienes rechazan sus preceptos religiosos determinados por la identidad musulmana, y son acusados de ‘apóstatas’ por el simple deseo de convertirse a otra religión.

De igual forma, algunos países también limitan la ciudadanía a los ‘musulmanes’. Ejemplo de esto son los Estados del Golfo que efectivamente privan de sus derechos a millones de residentes no musulmanes, incluso si nacieron allí. Mientras tanto todos los inmigrantes musulmanes tendrían una mayor probabilidad de naturalizarse logrando mayor protección legal y personal.

Si ser musulmán va a convertirse verdaderamente en una cuestión de fe y convicción, no en una identidad étnica de facto, entonces los piadosos no pueden tener el pastel y comérselo al mismo tiempo. Deben dejar de considerar automáticamente a todos los nacidos de presuntos padres musulmanes como musulmanes. Es decir, la Umma (N.d.T.: árabe para la comunidad de creyentes musulmanes) debe ser tan extensa como aquellos que se asocian voluntariamente con ella.

Por último, se debe poner fin a las ridículas y peligrosas prácticas discriminatorias que son comunes en algunos países musulmanes. Es decir, los Estados deben dejar de asignar una identidad religiosa a sus ciudadanos, otorgar beneficios socioeconómicos o culturales por ser musulmán, eliminar las penas a los musulmanes que abandonan su fe, y abandonar las formas naturalizadas de discriminación a los no musulmanes.

En última instancia, la religión es una elección personal pero la sociedad es para todos.

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Khaled Diab es Licenciado en Comercio Internacional y Administración, comunicador de la Oficina Europea del Medio Ambiente, periodista independiente y autor del libro “Islam for the Politically Incorrect (Isla para los políticamente incorrectos).

N.d.T.: El artículo original fue publicado por The New Arab el 11 de junio de 2018.

Sectarismo sin fronteras: coptos y reconocimiento del genocidio

Por Elizabeth Monier para Middle East Institute (MEI)

[Fuente: Desconocida]

Mucho se ha escrito sobre el impacto de la inseguridad posterior a 2011 en Oriente Medio en el aumento de la violencia sectaria. Los quiebres sociales, económicos y políticos que se produjeron a raíz de los levantamientos árabes provocaron un aumento de los niveles de violencia en toda la región. Sectores de la sociedad que ya eran relativamente vulnerables experimentaron niveles de amenaza particularmente elevados [1]. En Egipto, los incendios premeditados contra iglesias fueron una característica del período de transición que siguió a la rebelión del 25 de enero de 2011, a pesar de las promesas del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) de garantizar la seguridad de los ciudadanos egipcios. La desilusión con la situación de seguridad bajo el CSFA se convirtió en horror tras la Masacre de Maspero de octubre de 2011, cuando soldados egipcios mataron a 24 manifestantes de la comunidad cristiana ortodoxa copta [2].

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A pesar de esto, activistas coptos intentaron mantener el terreno ganado en el espacio público. Movimientos como la Unión de Jóvenes de Maspero ganaron visibilidad y resistieron los esfuerzos por empujarlos a los márgenes del debate durante la transición política. Los medios egipcios se unieron a la lucha socavando esta nueva forma de visibilidad copta y sus reclamos de inclusión en la esfera pública. Las preocupaciones expresadas por activistas coptos fueron caracterizadas como intereses facciosos contrarios a los intereses egipcios. Estos últimos debían ser priorizados, apuntando a una perspectiva arraigada según la cual las preocupaciones coptas son “ajenas” a las egipcias y deben ser tratadas en espacios cerrados a través del liderazgo de la Iglesia [3]. La comunidad copta fue esencialmente minorizada, a pesar de la importancia de imágenes inclusivas y los eslóganes de unidad nacional durante el levantamiento del 25 de enero.

Ser o no ser una minoría

El contraste entre el lenguaje durante la rebelión de 2011 y el lenguaje de la transición inmediata apunta a un dilema que subyace a los enfoques sobre la violencia contra los cristianos egipcios. Violencia contra los coptos, etiquetada como lucha sectaria [4].

El rechazo a describir a los cristianos como una minoría atraviesa al pensamiento copto y al nacionalismo egipcio. Se percibe que la etiqueta de minoría niega el carácter indígena, el cual forma un aspecto inseparable de la construcción de la identidad copta [5]. También socava el discurso de unidad nacional, fuertemente arraigado en las imágenes y la conciencia nacionales egipcias desde la revolución de 1919 [6]. La negación de la etiqueta de minoría por parte de líderes coptos forma parte de una estrategia arraigada que busca minimizar la exclusión y cooperar con el gobierno minimizando los ataques contra la comunidad. Para ello, a menudo se recurre a reuniones de consejo informales para resolver disputas en lugar de someter el problema al escrutinio del sistema de justicia o del debate público. Estos consejos a veces conducen a familias coptas enteras a un forzoso exilio interno para alejarlas de la escena de disputa, cambiando simplemente los problemas subyacentes en lugar de eliminarlos. Si bien esta estrategia puede conducir a la calma a corto plazo, deja las fuentes del problema a fuego lento hasta el próximo incidente.

Coptos, cristianos de Oriente Medio y reconocimiento del genocidio

En este contexto, continúan los ataques selectivos contra iglesias e individuos de la colectividad cristiana. Conforme la naturaleza de los ataques ha ido cambiando desde la Primavera Árabe de 2011, también lo han hecho algunos aspectos de la respuesta copta. Una forma en que han cambiado es en la representación de la violencia contra los coptos a nivel internacional. En el pasado, algunos miembros de la diáspora copta habían adoptado el discurso de los derechos de las minorías, familiar en Occidente, para pedir que se ejerciera presión sobre Egipto para proteger a la comunidad. Este enfoque había sido rechazado enérgicamente por los líderes coptos en Egipto y en gran parte también por los coptos en la diáspora. Quienes intentaban resaltar la persecución copta en Egipto fueron descritos como traidores a la nación egipcia y como una amenaza para la unidad y estabilidad nacional, además de socavar el discurso de la ciudadanía favorecida (mowatana) [7] empleado por los líderes de la Iglesia y el gobierno egipcio.

Sin embargo, el contexto posterior a la Primavera Árabe y los cambios en la amenaza terrorista, en la forma del grupo Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), han agregado un elemento adicional a la violencia contra los coptos en Egipto; es decir, la ha transnacionalizado. Un antecedente de esto fue la amenaza hecha a los coptos por integrantes de Al Qaeda que atacaron una iglesia en Irak en 2010; cinco años después, 21 coptos fueron asesinados por miembros del Estado Islámico en Libia. Luego, en 2017, esta organización declaró que los coptos se convertirían en un objetivo importante de ataque [8]. Esto ha llevado a algunos miembros del liderazgo de la Iglesia a buscar aumentar la conciencia mundial sobre el sufrimiento copto, comunidad vulnerable tanto dentro como fuera de las fronteras egipcias.

En particular, el obispo Suriel de la diócesis ortodoxa copta de Melbourne, Australia, y el obispo Angaelos de la diócesis de Londres, en el Reino Unido, se han vuelto cada vez más visibles al dar a conocer las amenazas que enfrentan sus pares en la región [9]. Desde 2011, ambos han hablado cada vez más sobre el tema de la persecución; pero fue a partir de 2014 que esto aumentó de manera significativa en gran parte debido a la discusión en torno al genocidio que enfrentan los cristianos de Oriente Medio en general, colocando así a los coptos en un contexto sin fronteras más amplio [10].

De esta manera, con la fuente de violencia contra los coptos adjudicada a los militantes de EIIL en lugar de las tensiones egipcias locales, es más fácil hablar de ello sin contrariar la identidad nacional copta o las relaciones entre el liderazgo de su Iglesia y el gobierno. El discurso del genocidio es internacional y actúa como una alternativa a la tendencia de utilizar la etiqueta de minoría en los medios occidentales y en las discusiones políticas sobre los cristianos en el Medio Oriente. También es un término emotivo con una resonancia significativa para la comunidad internacional. Al emplearlo, los coptos pueden crear conciencia sobre el sectarismo en el Medio Oriente como un problema global o transnacional a la vez que mantienen una posición dentro de un marco nacional en lugar de ser “otros”, etiquetados como minoría. Este nuevo sectarismo es uno que trasciende fronteras y busca soluciones y responsabilidades en la comunidad global.

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Elizabeth Monier es becaria de carrera de Leverhulme en el Departamento de Estudios de Oriente Medio de la Universidad de Cambridge. Sus principales intereses de investigación incluyen la identidad, la nación, el sectarismo y la política de minorías / comunidades en la historia y cultura modernas del mundo árabe. Es autora de “Conflicto sectario en Egipto: medios coptos, identidad y representación” (Routledge, 2012) e “Inseguridad regional después de los levantamientos árabes” (Palgrave MacMillan, 2015).

N.d.T.: El artículo original fue publicado el 24 de abril de 2018 por Middle East Institute.

Referencias

[1] Mariz Tadros, “Whose Security Lens on Gender Matters in the Arab Uprisings?” en Elizabeth Monier (ed.), Regional Insecurity After the Arab Uprisings (Basingstoke, RU: Palgrave Macmillan, 2015): pp. 107-128. 

[2] “Cairo clashes leave 24 dead after Coptic church protest”, BBC, 11 de octubre de 2011; consultado el 1 de marzo de 2018, en: http://www.bbc.com/news/world-middle-east-15235212.

[3] Elizabeth Monier, “The Arab Spring and Coptic–Muslim Relations: From Mubarak to the Muslim Brotherhood” The European Yearbook of Minority Issues 11 (2012):pp. 169-186.

[4] Elizabeth Iskander, “The ‘mediation’ of Muslim–Christian relations in Egypt: the strategies and discourses of the official Egyptian press during Mubarak’s presidency,” Islam and Christian–Muslim Relations, 23:1, 31-44..

[5] Mariz Tadros, “Copts at the Crossroads” (Cairo: AUC Press, 2013), pp. 35-66; y Iskander, “The ‘mediation’ of Muslim–Christian relations in Egypt …”: pp. 105-109.

[6] Vivian, Ibrahim, The Copts of Egypt (Londres, RU: I.B. Tauris, 2010) 60. 

[7] Cf. Hany Labib, Al Mowatna Wa Al Owlama. (El Cairo: Dar al-Sharooq, 2004).

[8] Mariz Tadros, “Copts of Egypt: From Survivors of Sectarian Violence to Targets of Terrorism”, Open Democracy, 11 de abril de 2017. Consultado el 1 de marzo de 2018, en https://www.opendemocracy.net/mariz-tadros/copts-egypt-sectarian-violence-terrorism. 

[9] Saad, Saad y Donald, Westbrook, “Religious Identity and Borderless Territoriality in the Coptic e-Diaspora”, en Journal of International Migration and Integration 18 (2017): pp. 341–351; y Elizabeth Monier, “Middle Eastern Minorities in Global Media and the Politics of National Belonging”, Arab Media and Society, 24 de julio de 2017; consultado el 1 de marzo de 2018, en:, https://www.arabmediasociety.com/middle-eastern-minorities-in-global-me…;

[10] El Obispo Angaelos participó de la campaña para designar a las atrocidades del contra cristianos y ezidís (yazidies) como genocidio. Véase por ejemplo la entrevista que brindó al programa Hardtalk de la BBC: http://www.bbc.co.uk/news/av/world-middle-east-39669099/angaelos-christ…