Por Ramzy Baroud para Arab News
Para los palestinos, el exilio no es simplemente el acto físico de ser sacados de sus hogares y negarles la oportunidad de regresar. Tampoco es un tema casual relacionado con la política y el derecho internacional. Ni una noción etérea, un sentimiento o un verso poético. Es todo esto combinado.
La muerte en Ammán la semana pasada del poeta palestino Mourid Barghouti, un intelectual cuyo trabajo estuvo intrínsecamente vinculado al exilio, trajo de vuelta a la superficie muchas preguntas existenciales: ¿Están los palestinos destinados al exilio? ¿Puede haber un remedio para este tormento perpetuo? ¿Es la justicia una meta tangible y alcanzable?
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Barghouti nació en 1944 en Deir Ghassana, cerca de Ramallah. Su viaje en el exilio comenzó en 1967 y terminó, aunque temporalmente, 30 años después. Sus memorias I saw Ramallah (Vi Ramallah), publicadas en 1997, fueron el intento de un hombre exiliado de dar sentido a su identidad, que había sido formulada dentro de muchos espacios físicos, conflictos y aeropuertos diferentes. Mientras que, de alguna manera, el palestino en Barghouti permaneció intacto, la suya era una identidad única que solo puede ser comprendida por aquellos que experimentaron, hasta cierto punto, los apremiantes sentimientos de ‘ghurba’ (distanciamiento) o ‘shataat’ (dislocación).
En sus memorias, que fueron traducidas al inglés en 2000 por el aclamado autor egipcio Ahdaf Soueif, escribió: “Traté de poner el desplazamiento entre paréntesis, para poner un último punto en una larga oración de la tristeza de la historia… Pero no veo nada más que comas. Quiero coser los tiempos. Quiero unir un momento a otro, unir la infancia a la edad, unir el presente al ausente y todos los presentes a todas las ausencias, unir exiliados a la patria y unir lo que imaginé a lo que veo ahora”.
Aquellos familiarizados con la rica y compleja literatura palestina del exilio pueden relacionar la referencia de Barghouti – lo que uno imagina versus lo que uno ve – con la escritura de otros intelectuales que sufrieron el dolor del exilio. Ghassan Kanafani y Majed Abu Sharar, junto con muchos otros, escribieron sobre ese mismo conflicto. Sus muertes, o más bien asesinatos, en el exilio llevaron sus viajes filosóficos a un abrupto final.
En el poema seminal de Mahmoud Darwish Who Am I, Without Exile (Quién soy yo sin exilio), el fallecido poeta palestino preguntó, sabiendo que nunca puede haber una respuesta convincente: «¿Qué haremos sin el exilio?» Es como si el ghurba se hubiera convertido en parte integral del carácter colectivo de una nación y fuera ahora un tatuaje permanente en los corazones y las almas de los palestinos en todas partes. “Un extraño en la orilla del río, como el río… el agua me une a tu nombre. Nada me trae de mi lejanía a mi palmera: ni la paz ni la guerra. Nada me hace entrar en los evangelios. Nada”, escribió Darwish.
La imposibilidad de volver a estar entero otra vez, que se expresaba en la poesía de Darwish y Barghouti, era una reverberación de la descripción de Kanafani de una Palestina tan angustiosamente cercana como lejana. «¿Qué es una patria? ¿Son estas dos sillas que permanecieron en esta sala durante veinte años? ¿La mesa? ¿Plumas de pavo real? ¿La imagen de Jerusalén en la pared? ¿La cerradura de cobre? ¿El roble? ¿El balcón? ¿Qué es una patria? Solo estoy preguntando», cuestiona Kanafani en Returning to Haifa (Regresando a Haifa)
Pero no puede haber respuestas porque, cuando el exilio excede un cierto punto racional de espera de algún tipo de justicia que facilite el regreso, ya no puede ser articulado, retransmitido ni siquiera plenamente comprendido. Es el precipicio metafórico entre la vida y la muerte: ‘vida’ como en el deseo ardiente de reencontrarse con el uno mismo anterior y ‘muerte’ como sabiendo que, sin una patria, uno es un paria perpetuo – física, política, legal, intelectualmente y en cualquier otra forma.
“En mi desesperación recuerdo que hay vida después de la muerte… Pero yo pregunto: ay, Dios mío, ¿hay vida antes de la muerte?”, escribió Barghouti en su poema I have no problem (No tengo ningún problema).
Si bien el peso aplastante del exilio no es exclusivo de los palestinos, el exilio palestino es único. A lo largo de todo el episodio de la ghurba palestina, desde los primeros días de la Nakba, la destrucción de la patria palestina, hasta hoy, el mundo permanece dividido entre la inacción, el olvido y la negativa a siquiera reconocer la injusticia que cayó sobre el pueblo palestino.
A pesar de, o quizás debido a, su exilio durante décadas, Barghouti no participó en discusiones ineficaces sobre los legítimos dueños de Palestina, «porque no perdimos Palestina en un debate, la perdimos por la fuerza». En sus memorias escribió: “Cuando éramos Palestina, no teníamos miedo de los judíos. No los odiábamos, no los hicimos un enemigo. La Europa de la Edad Media los odiaba, pero no nosotros. Ferdinand e Isabella los odiaban, pero no nosotros. Hitler los odiaba, pero no nosotros. Pero cuando tomaron todo nuestro espacio y nos exiliaron de él, nos pusieron a nosotros y a ellos mismos fuera de la ley de igualdad”.
De hecho, el odio rara vez influye en el trabajo de Barghouti – o Darwish, Kanafani, Abu Sharar y muchos otros – porque el dolor del exilio, que es tan poderoso, tan omnipresente, requiere que uno reevalúe su relación con la patria a través de un relación emocional que solo se puede sostener a través de energía positiva, amor, profunda tristeza y anhelo.
«Palestina es algo por lo que vale la pena que un hombre porte armas, por lo que vale la pena morir. Para nosotros, para vos y para mí, es solo una búsqueda de algo enterrado bajo el polvo de los recuerdos. Y mirá lo que encontramos debajo de ese polvo. Aún más polvo. Nos equivocamos cuando pensamos que la patria era solo el pasado”, escribió Kanafani
Millones de palestinos continúan viviendo en el exilio, generación tras generación, negociando minuciosamente sus identidades individuales y colectivas, sin poder regresar ni sentirse verdaderamente completos. Estos millones merecen ejercer su derecho al retorno, que sus voces sean escuchadas e incluidas. Pero incluso cuando los palestinos puedan finalmente terminar con su exilio físico, lo más probable es que, durante generaciones, sigan apegados a él. «No sé lo que quiero. El exilio es tan fuerte dentro de mí que podría llevarlo a la tierra”, dijo Darwish una vez.
También en Barghouti, el exilio fue «muy fuerte». A pesar de que luchó por acabar con él, se convirtió en él. Se convirtió en nosotros.
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Ramzy Baroud es Doctor en Estudios Palestinos por la Universidad de Exeter e investigador asociado del Centro por el Islam y Asuntos Globales de la Universidad Zaim de Estambul y el Centro Afro-Medio Oriente de Johannesburgo. Es periodista y editor de The Palestine Chronicle. Además fue editor en jefe de Middle East Eye y The Brunei Times y jefe de redacción adjunto de Al Jazeera Online.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Arab News el 22 de febrero de 2021.